Cultura

Inconmensurable Paco de Lucía

  • El genio de Algeciras, ante cuatro mil privilegiados, asombra y emociona en el Festival de la Guitarra de Córdoba. La ciudad vuelve a rendirse ante el mejor guitarrista que ha dado la historia del flamenco

Sí, que los genios y no los de la lámpara existen, y son de carne y hueso. Más de cuatro mil personas fueron testigos en el Teatro de la Axerquía de Córdoba de cómo se las gasta un genio de la guitarra, haciendo vibrar y emocionar a todos con su música flamenca. Paco de Lucía estuvo inconmensurable el sábado camino de la madrugada en el Festival de la Guitarra, señalando y desglosando composiciones que le definen como creador y flamenco sin apelativos.

Como es habitual en sus conciertos Paco de Lucía comenzó en solitario con la rondeña A mi niño Curro, un toque que fluyó remansado, adquiriendo brío conforme fue desarrollándose, estremeciendo con el concluyente latiguear de los picados. En esta rondeña se sintetiza toda la evolución y personalización que ha tenido esta pieza desde que fuese creada por Ramón Montoya. Tras el contundente prólogo todos atentos a lo que dispusiera este hacedor de la música flamenca, porque él es quien tiene la batuta. Duquende, David Maldonado, Farruco y Piraña -cantaores, bailaor y percusionista- hicieron acto de presencia y Paco entró de lleno en la bulería por soleá Antonia. Ya no había vuelta atrás, todo el público estábamos atrapados, sugestionados por el caudal de notas, melodías... por el vértigo de inagotables ritmos.

Antonio Serrano y Alaín Pérez -armónica y bajo eléctrico- se acomodaron en el escenario completando el plantel de acompañantes y las alegrías Calle Munición tomaron cuerpo como un modelo más de composición a seguir en el universo creativo de Paco de Lucía. Pero al escuchar esta pieza, como el resto de las que se sucedieron en la noche, la pregunta surge de inmediato. ¿Con qué versión nos quedamos de entre todas las que ha realizado? El de Algeciras siempre sorprende, cuando menos se espera vuelve dar una vuelta más de rosca y la música flamenca da un paso hacia adelante atisbando nuevos horizontes, sin que lo pasado deje de perder valor. Los ejes de sus toques se pueden racionalizar, pero mejor es dejarse llevar por la invitación sonora y expresiva que hacen, como sucedió en las bulerías. No es necesario entrar en la descripción de los recursos técnicos empleados por Paco de Lucía porque de todos son conocidos y que se concretaron incuestionables en las bulerías. Infatigable pulgar, picados punzantes, diapasón de ensueño… y marcaje del compás por bulerías para el gozo y que dio paso al baile racial de Farruco. Impetuoso en los momentos claves, manteniendo esporádicamente estática la figura para delinear porte y templar antes de volver a cimbrease enérgico en braceo y zapateado, siempre con el sello familiar de los Farruco.

Tras un breve descanso Paco de Lucía tomó de nuevo el escenario. Si en la primera parte ya se le notó a gusto y contento en la segunda la temperatura flamenca fue a más, continuando generoso y entregado, irradiando ingenio y energía en cada toque. Con base en los tangos Sólo quiero caminar fueron alternándose composiciones formando un llamativo puzzle de estilos, algunos tan señeros como la seguiriya Campanas del alba con un extraordinario Duquende. Era el momento de dar rienda suelta al diálogo entre Paco de Lucía y sus acompañantes, y que alcanzó su momento más espectacular en la rumba Palenque. El virtuosismo de Antonio Serrano en la armónica resultó impactante, exprimiendo notas y melodías inverosímiles, con tacto y sensibilidad que aportaron atractivos matices musicales a las composiciones de Paco de Lucía. El bajista Alain Pérez desentrañó inspirados graves, sonidos entrelazados a manera de aguijonazos inspirados por el flamenco. Piraña enseñó cómo se toca la caja sin estridencias, sólo golpes precisos y secos, jugando con el compás a su antojo. En este momento de la rumba el concierto tomaba su recta final y la traca llegó con la seguiriya Luzia. De nuevo las voces rasgadas y a punto de Duquende y David Maldonado para el fogoso baile de Farruco. Seguiriya que fluctuó hacia la soleá, con espacio para la bulería, retomando el principio seguiriyero. Fin y Paco de Lucía en éxtasis flamenco y el público rendido a todo lo que había escuchado y presenciado. Llegó el bis y la pertinentes rumbas con obligado guiño a Entre dos aguas. El epílogo de la fiesta: Paco tocando por bulerías a pie de escenario al más pequeño de la saga de los Farruco, El Carpetas, en un baile de casta.

Una vez más se ha podido disfrutar en Córdoba del mejor guitarrista que la historia del flamenco ha dado hasta el presente.

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