Cultura

Adiós a Fernández Mota, decano y alma de la poesía del Campo de Gibraltar

  • El poeta, fundador de la revista 'Bahía', fallece a los 91 años Sus restos mortales se trasladarán de Algeciras a Sayalonga, su tierra natal

"Nadie podrá borrar de mi mirada / las rojas mariposas de las ramas. / Nadie podrá apagar las chiribitas / que seguirán llenando recuerdos y caminos" (Extracto de la obra Ocaso). Se apagó su luz como caían del cielo las lágrimas que se amontonaban junto a su última obra. El escritor y poeta Manuel Fernández Mota (Sayalonga, 1924-2015) se marchó tranquilo a los 91 años. La triste noticia se intuía a primera hora de la tarde y no tardaron en llegar los comunicados oficiales certificando su fallecimiento por parte de los ayuntamientos de Algeciras, su ciudad adoptiva, y Sayalonga (Málaga), su tierra natal.

Fernández Mota fue velado ayer en Algeciras y hoy, a partir de las 12:00 horas, en el parque cementerio municipal de Botafuegos tendrá lugar la despedida. Sus restos mortales serán trasladados hasta su Sayalonga natal, un pequeño pueblo de la Axarquía, para recibir sepultura.

Considerado como decano y alma de la poesía en el Campo de Gibraltar, fundador de la revista Bahía e impulsor y presidente honorífico de la Agrupación Poética José Luis Cano, recibió el pasado 8 de mayo un homenaje que supo a despedida por parte del Club de Letras de Algeciras, en la XXX Feria del Libro de Algeciras. Fue la última vez que se le vio en un acto público.

Publicó su primera obra poética en 1964, Destellos de barro, y la última el 18 de diciembre de 2014, Ocaso, que él mismo anunció como despedida. En concreto su bibliografía poética asciende a 26 títulos entre obra nueva y antologías; pero no sólo se reservó en este género, tuvo un idilio con la prosa, aunque en muchas ocasiones recogida de forma didáctica. Seis libros publicó en este sentido, desde una guía escolar en 1990 hasta Las Viñas en 2011. No dejó de recordar a su tierra natal con La humildad de la historia, en 1993, ni dejó de lado a su ciudad de acogida publicando en 2001 Memoria histórica de una conferencia (Algeciras 1906).

El Ayuntamiento de Sayalonga, ciudad de la que es Hijo Predilecto, recordaba ayer que su paisano fue el menor de una familia campesina de nueve hermanos, y como todos los habitantes de su pueblo, tuvo que dedicarse al campo. Sintió desde muy pequeño un gran amor hacia la literatura y la poesía. Leyó y se formó con la lectura de los clásicos. Así se compenetró con poetas del Siglo de Oro y con otros más modernos. No pudo estudiar por causa de la guerra, pero él hizo de los montes una universidad. A los 35 años empezó el Bachillerato, haciendo después la carrera de Magisterio, profesión que ejerció en Algeciras hasta su jubilación.

El alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, mostró su profundo pesar y el del conjunto de la Corporación Municipal por el fallecimiento y recordó que en septiembre de 2006 fue nombrado por el pleno del Ayuntamiento Hijo Adoptivo de Algeciras. Lamentó "la marcha de un hombre cuya obra es fundamental para entender el legado cultural algecireño. Hablamos de una persona que se hizo a si misma, formándose como docente y escritor, dedicando su vida al engrandecimiento de las letras y la cultura de la ciudad, a través de su prolija creación literaria". "Para nosotros era un hombre entrañable, y en estos momentos de tanto dolor, solo podemos estar al lado de sus hijos, nietos y biznietos, así como de sus familiares, haciéndoles llegar nuestro abrazo más fraternal", señaló el alcalde.

Fernández era un hombre serio y comprometido, firme con su respaldo a la cultura y amigo de aquellos que defendían la poesía, como así lo evidenció a lo largo de su vida recordando y admirando a su gran amigo algecireño José Luis Cano -gran conocedor de la poesía de la Generación del 27-, por el que fundó la agrupación poética con su nombre y abanderó iniciativas para poner en valor su legado.

Impresionaba su memoria, su vitalidad mental, su arrojo y capacidad crítica. Era un hombre de letras y rebeldía, nada conformista y no temía nunca a decir las cosas con claridad. En la presentación de Ocaso, el pasado diciembre, ofreció unas escuetas palabras, su voz ya no era la misma, la fragilidad en sus manos advertía cómo se atenuaba la luz de su mirada. Fernández Mota lo expresó: "No es muy corriente que un poeta, en su nonagésimo cumpleaños, escriba y presente un libro de poesías. Tal vez algunos digan que no se debe decir 'mi último libro', pero considero que hay que saber terminar a tiempo".

Fue una tarde difícil y especial para él, rodeado de familiares y amigos, y no dejó indiferente porque se mostraba tal como era: "Con tantos años sobre mis espaldas he querido presentar este libro. Es el libro de mi ocaso" y finalizó con un gran abrazo a su tierra de acogida: "es el momento de agradecer al pueblo de Algeciras su reconocimiento a mi labor, su gesto de hacerme uno de los suyos".

Eran contadas sus apariciones públicas, pero cuando estaba se notaba firmemente. Nunca dejó pasar la ocasión para recordar a su gran amigo Cano y también se ganó el reconocimiento y respeto de sus compañeros. Además de la revista Bahía, fundó el premio con el mismo nombre y editó varias colecciones de poesía, así como instaurar el homenaje Bahía Poesía del Sur.

Entre las distinciones recibidas a lo largo de su vida, además de las citadas, posee la Medalla de la Palma de Algeciras; Premio Ateneo de Algeciras y Málaga; la insignia del Centro Cultural Generación del 27; pertenece al IECG; posee con su nombre una biblioteca en Sayalonga; ha sido homenajeado en diferentes libros y un sin fin de reconocimientos más. La noticia de su fallecimiento no pasó desapercibida y rápidamente fueron llegando numerosos mensajes de condolencias.

Fernández Mota vivió por la poesía y la cultura con mayúsculas, pero también fue maestro, docente hasta jubilarse, y también tuvo mujer, hijos, nietos y biznietos. El fallecimiento de su mujer Isabel Sánchez Melgar, con la que se casó en Benaoján (Málaga) y tuvo siete hijos, fue su particular ocaso. A partir de ahí se cerró una puerta en su alma. Hoy en esos trece nietos queda un gran legado y una indiscutible semilla que en algunos especialmente ha calado, tanto por la pasión poética como por la fotografía, por el arte en general.

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