Autobuses moribundos
La jubilación de la CTM se hace esperar · Los usuarios critican el mal estado de la flota pero resignados no culpan a la empresa
La ciudad de Algeciras alberga un cementerio de elefantes. La leyenda africana encaja a la perfección con la denostada flota de autobuses de la CTM. Como los paquidermos, estos vehículos tienen una forma especial de enfrentarse a la muerte. Pero su jubilación no llega y cada día a duras penas los conductores exprimen estas chatarras para cumplir con los pasajeros.
Para conocer el estado de estos autocares, mejor subirse. Por ello, unas rutas elegidas al azar permiten hablar con algo de propiedad sobre las quejas que los cientos de usuarios tienen del servicio prestado. Para abrir boca vale un trayecto que realizó la línea de El Rinconcillo. El autobús parte puntual de la parada del parque María Cristina, atestada de gente a las 11:30 horas. El humo negro que expulsa el tubo de escape asfixia al motorista que va detrás con casco semiabierto.
El día estaba soleado y la edad media de los viajeros superaba los 50 años, en su mayoría mujeres provistas de carros de la compra. Decir que los asientos de la CTM estaban sucios es faltar a la verdad. Alguien escrupuloso preferiría viajar de pie o simplemente no subirse. Las puertas por esta vez funcionan pero todo chirría. Ir de pie agarrado a la barra resulta imposible. El viaje es molesto, incómodo, como si nada encajara. Entre algunos viajeros y el conductor se produce una discusión. Hay quienes acusan al chófer de no haber alertado a una señora de que no podía dejarla en su destino. El conductor se cabrea, no entiende las críticas y sentencia que la opción de la mujer de bajarse a 200 metros era mejor que dejarla esperando 30 minutos a otro autobús. Un señor que viaja con una bolsa de pescado se apea en una marquesina, está de suerte porque es de las pocas que hay en todo el trayecto. Desea un amable "Vayan con Dios", que calma los ánimos. A las doce llega a su destino y bajarse resulta un alivio para los usuarios. Los ruidosos frenos sirven de dulce despedida.
El sol aprieta y en la acera de enfrente aparece una extranjera de color con un bebé en un cochecito y una niña de unos cuatro años. El autobús llega puntual. La usuaria acata la advertencia de "los carritos nunca por la puerta delantera". Así lo atrapa con una fuerza inusual y sube los tres peldaños casi de golpe. Los elevadores brillan por su ausencia.
En El Rinconcillo todo el mundo abona el euro del viaje y nadie utiliza el bonobús excepto una pareja. Durante el trayecto el chófer encuentra obstáculos por doquier, coches en doble fila. Desesperado insta a uno que despeje el camino, pero éste se lo piensa dos veces. Confiará en que es posible sin mover un dedo que la CTM y una furgoneta pasen a la vez.
De los casi 20 viajeros, la mayoría son inmigrantes. Muchas mujeres regresan de trabajar en hogares. Una incluso pega una cabezada antes de bajarse. El autocar está sucio por dentro y por fuera. Más adelante, dos señoras mayores en Blas Infante reconocen que "el bus no puede llegar temprano con lo mal que está la circulación". Toda la avenida atestada de coches en doble fila. "¿Dónde están los policías? Esto no tiene arreglo", comenta un usuario. El autocar tiene la ITV pasada. A estas alturas y ante el retraso de su relevo, a lo peor aguanta un año más. Como la ley de Murphy, todo es susceptible de empeorar. Una mujer no entiende por qué ya están los autobuses nuevos pero sólo para las industrias en los servicios discrecionales. "Habrá que preguntarle al Ayuntamiento", evidencia otra. Al día siguiente, toca la ruta de El Cobre. En la Marina suben mujeres con carros y bolsas del Ingeniero Torroja. Una amable señora explica que en su barriada apenas hay sitios para comprar. "Para los desavíos sí", apostilla. Usa el bonobús y como ella, todas. El ahorro, 0,15 euros por trayecto. El autocar está limpio. Algo que sorprende por poco habitual. La luna delantera está rota. Las cuestas y las rotondas ponen en peligro la estabilidad de los viajeros y del propio autobús.
La línea del Saladillo guarda su sorpresa. "El autocar se ha estropeado y no hay sustituto", critica un afectado. Es la cuesta de Eroski la que pone en evidencia la contaminación de la flota. "Si es mi coche me multan", advierte un usuario. Al final del periplo, lo que más choca es el mal estado de los autobuses, su contaminación y la escasez de marquesinas. Pero la CTM cumplió de sobra. Eso sí, habrá que preguntar a los adalides del cambio climático y del plan de movilidad qué ocurre para que no descanse en paz.
También te puede interesar
Lo último
Contenido Patrocinado
Contenido ofrecido por CEU en Andalucía