El parqué
Impulso por la defensa
Desde mi córner
Está escrito. Las finales no están para jugarlas, sino para ganarlas y eso lo sabe el Real Madrid mejor que nadie. Iba a por la decimoquinta orejona y la consiguió por un camino lleno de espinas. El Borussia Dortmund no se resignó al papel de sparring que se le había adjudicado desde todos los confines y compareció en el Bernabéu sin complejos y superando de cabo a rabo al favorito, sobre todo en un primer tiempo de superioridad manifiesta.
No era el Madrid de las grandes citas, que se veía superado por los alemanes. El balón era mayormente madridista, pero las ocasiones de gol vestían de amarillo. Y ahí apareció un milagro llamado Thibaut Courtois para mantener en pie a su equipo. El belga, además, se alió con la madera y lo cierto es que se llegaba al descanso con un empate sin goles que fue lo mejor que le había ocurrido al Madrid en una fase en que cualquier parecido con él mismo era mera coincidencia.
Se desconoce cómo gestionó Ancelotti en la intimidad del camerino para que su equipo se convirtiese en el habitual. Los alemanes ya no asustaban a nadie y el chaparrón de córners del primer tiempo sobre Courtois iban a cambiar para abundar en las inmediaciones de Kobel. Aquello había cambiado, los alemanes ya no atravesaban el ecuador de la cancha y Carvajal encarrilaba la decimoquinta orejona cabeceando a la salida de un saque de esquina, el enésimo.
Vinícius amartillaba el resultado, hubo gol anulado a los alemanes en fuera de juego por el bigote de una gamba. Pura anécdota, la Decimoquinta ya estaba en el bote, conseguida un día antes de que se conmemore el cuadragésimo sexto aniversario de la muerte del presidente más legendario de la historia, don Santiago Bernabéu Yeste. Fue una final conseguida con sufrimiento y esperando demasiado tiempo para confirmar que era el favorito de una nueva final, la decimoquinta.
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