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Alcaraz se entromete en la fiesta de fin de carrera de Djokovic

Carlos Alcaraz y Marketa Vondrousova, ganadores de Wimbledon 2023.

Carlos Alcaraz y Marketa Vondrousova, ganadores de Wimbledon 2023. / Thomas Lovelock (Efe)

Se interpuso Carlos Alcaraz con su estupendo y precipitado triunfo en Wimbledon a las optimistas previsiones de Novak Djokovic, imparable en lo que iba de 2023, con un puñado de históricos registros a tiro y con la conquista del Grand Slam entre ceja y ceja.

Afrontó el serbio de 36 años una nueva puesta en escena en el All England Club con un talante optimista; con la idea de añadir un nuevo grande a su hoja de méritos, alargar la distancia de majors ganados respecto a Rafael Nadal y asentarse como el mejor de la historia en cuanto a currículum se refiere.

El octavo Wimbledon, como Roger Federer, el quinto seguido, como consiguió en su día el helvético y antes solo el sueco Bjorn Borg, en la Era Open, estaban en la palma de la mano del tenista de Belgrado, que atisbaba un desafío aún mayor que ninguno de estas leyendas había conseguido: el Grand Slam, los cuatro grandes en el mismo año.

Nada salió como pensaba Nole que irrumpió de nuevo en el club londinense con solo cuatro derrotas en lo que va de ejercicio y con tres éxitos más a sus espaldas. Pero sobre todo, los del Abierto de Australia y el reciente en Roland Garros que le habían proporcionado el sorpaso sobre Rafael Nadal en cuanto a número de Grand Slam logrados. Veintitrés para el serbio. Veintidós para el español.

No contó del todo Novak Djokovic con el efecto Alcaraz, un tipo que va muy en serio en el mundo de la raqueta y que no ha tardado nada en despuntar respecto al resto de talentos de su generación. "Pensaba que tendría problemas con Alcaraz sólo en tierra y en cemento, pero no en hierba, pero este año ha sido una historia completamente diferente. Ha sido increíble cómo se ha adaptado a la superficie; había jugado sólo un par de veces aquí".

El error de cálculo que deja al tenista de Belgrado sin el número uno del mundo que consolida el español y sin la opción, un año más, de lograr el Grand Slam. Triunfador en Melburne y, sobre todo, en París, el torneo más engorroso para sus condiciones, Londres y Nueva York eran escenarios propicios.

Sin Federer en el horizonte ya y con Rafael Nadal provisionalmente fuera de concurso, con la caducidad marcada, Djokovic contempló cierta vía libre en su recorrido. Respetado por las lesiones y sin asuntos extradeportivos que discutir ni vetos en su calendario, el serbio podía dar rienda suelta a sus ambiciones.

Y es que nadie, hasta la irrupción de Alcaraz, ha sido capaz de cuestionar el eterno dominio de Nole, único superviviente en activo del legendario big three. La camada formada por tipos como los rusos Daniil Medvedev y Andrey Rublev, el griego Stefanos Tsitsipas, el estadounidense Taylor Fritz, el alemán Alexander Zverev o el austríaco Dominic Thiem no termina de asentarse.

Alguno logró apropiarse de algún Grand Slam. De forma puntual. Pero ninguno dispone de la consistencia necesaria para amenazar el reinado del veterano serbio. Los nuevos tiempos ponen el foco en la generación de después. En la que sobresalen raquetas como los italianos Jannik Sinner y Lorenzo Musetti, el danés Holger Rune, el canadiense Felix Auger Aliassime y, sobre todos, el español Carlos Alcaraz.

El murciano de El Palmar, de veinte años, se ha erigido en la gran oposición del serbio. En el obstáculo con el que no contaba Nole para su fiesta de fin de carrera. Para el broche de oro. Alcaraz no está de paso. Ha llegado para quedarse. Y lo quiere todo. Con la victoria en Wimbledon el español ya acumula dos Grand Slam en su relación de éxitos. Va a más cada año. Y a mitad de curso ya acumula en el 2023 seis trofeos, uno más que en el 2022.

Dos major, cuatro Masters 1000, éxitos en todas las superficies.. Y la sensación de que cuando Nole se retire pocos son los que podrán cuestionar un dominio que puede llegar a ser histórico. El tercer jugador más joven en levantar la copa en el All England Club, tras el alemán Boris Becker y el sueco Bjorn Borg; el quinto español en salir con el trofeo bajo el brazo de la hierba londinense junto Conchita Martínez y Garbiñe Muguruza en mujeres y Manolo Santana y Rafael Nadal en hombres aplaude el desafío y asume el reto con el serbio, el cara a cara por el que suspira el circuito, cojo en los tiempos recientes de partidos épicos, duelos con cuentas pendientes y partidos clásicos que mantienen viva la memoria.

Aprendió Alcaraz del desengaño en Roland Garros donde la tensión y la ansiedad le pudieron. No disfrutó el murciano en París, donde se le esperaba. Flaqueó ante el impacto que genera la leyenda de Djokovic y cayó en semifinales, sin la resistencia esperada. Presa de la responsabilidad del número uno y abrumado por el peso de la condición de favorito y las expectativas generadas.

Se interpone Alcaraz en los objetivos del serbio que acumula veintitrés títulos grandes y que tenía en sus planes el Grand Slam. Tres veces cerró el año con tres majors entre sus méritos. En el 2011 y el 2015 le faltó solo Roland Garros; y en el 2021 el Abierto de Estados Unidos que no pudo disputar por su negativa a vacunarse del Covid.

El 2023 parecía una ocasión única para obtener un logro que nadie ha conseguido desde el australiano Rod Laver en 1969, el único en la Era Open. Australia y Roland Garros en el bolsillo, sin amenaza del big three, sin vetos en los torneos, sin oposición firme en las generaciones venideras. Y con Wimbledon a tiro. Hasta que asomó Alcaraz. El tipo que personifica los nuevos tiempos.

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