Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Rajoy acaricia un gatito

ESTE fin de semana las conversaciones analógicas y las redes sociales han echado humo. Pasaron más cosas y más normales, claro; pero banderas republicanas en varias investiduras, insultos y amenazas a la oposición, tuits terroríficos de algunos, consignas y eslóganes, todo, ha conseguido intranquilizar mucho al centro-derecha español. Sólo uno sonreía, acariciando un gatito: Mariano Rajoy. O dos, porque el gatito era Arriola.

Hasta ahora el tridente electoral del PP (recuperación económica, voto útil y miedo a la izquierda feroz) se había demostrado poco incisivo. El votante conservador había adoptado, en un caso paradójico de fiel seguidismo al líder, el tancredismo. No se había molestado en votar a Rajoy en número suficiente.

Pero con las investiduras cambia el panorama. Podemos ha asomado la patita antisistema y el PSOE ha olvidado sus promesas de centrismo y se ha sumado al frente, con la excepción de Susana Díaz, excepción personalísima porque ni siquiera la ha impuesto en su PSOE-A. Al bloque anti-PP se han unido IU, Bildu, las CUP y ERC, en confuso tropel. Tanta suma ha encendido más de una alarma.

Y todavía tiene que venir la ordinaria administración. Calculaba yo que, en los meses que quedan para las generales, los ayuntamientos emergentes no harían gestiones escandalosamente experimentales, por puro tacticismo electoral. Viendo las elevadas expectativas de sus seguidores y el empuje de su agitación, los neo-alcaldes no podrán permitirse prudencia alguna si no quieren provocar una resaca de desencanto. Tendrán que hacer de las suyas, que los suyos recibirán con más exigencias, en una espiral de ansias. Lo que llevará directos a las urnas del PP a sus no seguidores. Rajoy acaricia de nuevo a su gatito.

Habrá un voto a la contra de la contra. Muchos votarán al PP no por lo que el PP es, sino en defensa de lo que odian los que odian al PP. Desde luego, ni Rajoy ni su gatito movilizarán a casi nadie por sí mismos, pero se aprovecharán de ese movimiento reflejo, defensivo, íntimamente contrarrevolucionario. El daño más devastador que la izquierda ha hecho a la derecha ha sido permitirle -bajándole el nivel- ganar por reacción, sin necesidad de profundizar en las ideas ni de comprometerse con sus ideales. Los cordones sanitarios y las celebraciones ofensivas son una campaña más que de sobra para el PP, por desgracia. Ronronea de placer un gatito somnoliento.

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