Padilla los lía

El gesto de Padilla puede criticarse, pero no por quienes lo están haciendo con más ruido y furia

Padilla la lía, dicen los titulares. No con la faena a un toro (aunque cortó dos orejas y rabo), sino con la del águila de la bandera rojigualda con la que ha dado la vuelta al ruedo, al real y al mediático, sin darse cuenta o no. Sería mejor decir que Padilla los lía.

A los que se escandalizan y ofenden, digo. Primero, porque no es un escudo preconstitucional ni menos aún anticonstitucional, como se escribe con los nervios. Es el escudo que está en la Constitución que refrendó el Rey y que se guarda, cual reliquia democrática, en el Congreso de los Diputados. Tampoco es talmente un escudo fascista, sino premoderno (si acaso), pues el águila de Patmos viene del escudo de los Reyes Católicos.

Precisado lo cual, reconozcamos que pegarse una vuelta al ruedo con esa bandera parece contravenir la transacción a la que se llegó en la transición. Por tanto, si los que desesperadamente tratan de sostener los equilibrios de entonces, digamos un Mariano Rajoy, digamos un Albert Rivera, digamos una Susana Díaz, digamos o no digamos, no sé, un Pedro Sánchez, digamos, sin duda, cualquier ciudadano que observa con preocupación cómo el régimen del 78 se descompone, si cualquiera así critica a Padilla, yo lo entiendo y lo animo y hasta lo compartiría.

Lo que no tiene ningún sentido es que salten como fieras los que ondean otras banderas que entraban de lleno en aquel acuerdo constituyente de no agresión, ya sean las republicanas de Teresa Rodríguez, las independentistas de Rufián o las marxistas de todos en unión. Los amigos revolucionarios están deslegitimados para escandalizarse porque alguien muestre una bandera que es contrarrevolucionaria más que fascista.

No se puede estar jugando todo el día a la ouija política invocando a Franco, a Franco, a Franco, y cuando éste se aparece, siquiera sea de forma muy especular, ponerse a dar gritos de pavor y escándalo. O asumimos la amnesia del 78 o, si nos metemos con el regreso al pasado del 36, hemos de asumir que un recuerdo lleva a otro y que los caminos de la memoria son inescrutables y van por barrios.

A Padilla hay que agradecerle, pues, que haya dado una vuelta a la tortilla, además de al ruedo. Hay muchos con tan poca empatía que sólo pueden ponerse en los sentimientos de los demás mediante la ofensa simétrica. El torero de Jerez nos ha recordado que, si se abre la caja de Pandora de las banderas, saldrán de todos los colores.

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