La esfera armilar

Alberto P. de Vargas

Hoy día

HOY celebramos el Día de Andalucía institucionalizando la fecha en la que se celebró el referéndum de mayor trascendencia de nuestra historia próxima, cuyas circunstancias determinaron el futuro político de esta región que probablemente sea la que mejor acoge el conjunto de facetas caracteriales que llamaríamos idiosincrasia española: "Andalucía, no puede ni podrá llegar a ser jamás separatista de España escribiría Blas Infante . La razón es obvia: ella es y será siempre la esencia de España". El andalucismo, entendiendo por tal el conjunto de iniciativas culturales, ideológicas y políticas que condujeron desde el último tercio del siglo XIX, a la concepción de Andalucía como territorio identitario, se autoinmoló en el esfuerzo de conseguir para el país una autonomía plena. Los errores de sus pequeños y grandes líderes, la inhibición cuando no el desconcierto y la descolocación de la derecha y las habilidades de los socialistas andaluces para presentarse como defensores de una causa y de unos símbolos que hasta entonces les eran ajenos, no solo han finiquitado las posibilidades futuras del andalucismo sino que han consolidado por eliminación, la hegemonía del socialismo.

Andalucía es, definitivamente, bipartidista y sus símbolos, procedentes del andalucismo histórico, se han constituido en un legado que ya no pertenece ni identifica a sus viejos actores. La derecha política mantiene sus expectativas pero como mera plataforma sobre la que sustentar sus valores sociológicos tradicionales. Su progreso será lento durante largo tiempo y adoptará una velocidad de crecimiento aceptable cuando en Andalucía se deje de identificarla con un pasado que aunque pretérito estuvo lleno de actitudes lamentables y anacrónicas. La derecha histórica jamás se tomó en serio a Andalucía y la escasa burguesía disponible nunca creyó en ella. En el socialismo se han refugiado sentimientos reivindicativos que lo conforman como depositario de la identidad. Si Andalucía no crece al ritmo que debiera es porque arrastra un lastre de dependencia y de proteccionismo que ahoga su inmensa creatividad y por la pasividad alimentada por una poderosa oligarquía socialista construida sin amenazas, sorteando sin apenas esfuerzo a una oposición poco perceptible, que ha sabido organizar una extensa red de medios afines o controlados y dotarse de una legión de mercenarios que actúan de voceros y de pregoneros subliminares. Nuestra tendencia natural a la autocomplacencia y la escasa fiabilidad de la clase política se añaden a esos inconvenientes que tanto retrasan nuestra incorporación al lugar que nos corresponde entre los países de nuestro entorno.

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