la cornucopia

Gonzalo Figueroa

Fútbol, poesía y gimnasia sueca

He sido y sigo siendo un convencido admirador de la poesía de José Manuel ("Pepe") Caballero Bonald. Lo he dicho antes aquí y no me reprimo en reiterarlo. Por ello, me parece importante comentar su amena y espontánea entrevista realizada por Juan Cruz titulada "Extraños en la Grada", publicada el lunes pasado en la sección "Deportes" de El País, presidida por una curiosa fotografía del entrevistado, donde aparece como un indignado decimonónico. Sus respuestas a las preguntas del periodista no tienen desperdicio.

Al escritor, cuenta Juan Cruz, "le aturden los graderíos por su ruidosa insolencia y que en los deportes a lo más que ha llegado es a la gimnasia sueca", agregando que "el fútbol lo trae sin cuidado desde que Franco lo usó para distraer a la población de los asuntos internos de España en la que mandaba como dictador". Sin embargo, cita los nombres de tres jugadores famosos: Zamora, Di Stefano y Messi, agregando, pícaro: "Así que tengo una vasta cultura". Pero a Pepe "su horror no se ha cambiado" en lo que al fútbol respecta, porque en estos tiempos democráticos, "no se habla de otra cosa". Y el literato agrega que, durante la dictadura franquista, "el fútbol estaba mal visto entre los intelectuales", por lo que la afición entre autores de avanzada se ocultaba en la "clandestinidad", para que no se pensara que "se le estaba haciendo el juego a los manejos de la dictadura".

Debo reconocer que coincido entusiasmado con sus afirmaciones y teorías, si bien, en mi caso, como alguna vez lo he contado, de estudiante fui un devoto del atletismo y un inútil como futbolista, a pesar de que por altura, me intentaron poner a la puerta. Duré diez minutos, porque me sacaron ante los repetidos goles.

No resisto a terminar este artículo sin reproducir dos versos de Pepe Caballero Bonald extraídos de poemas contenidos en su Manual de Infractores. Con triste ironía, uno llora la acumulación de los años, mientras el otro lamenta el duro precio del abatimiento consiguiente:

"/Atrofia del destino: tiempo que se erosiona,/ la luz atenuándose entre indicios/ de negligencias y contravenciones,/las exequias innobles de la edad./

Y concluyo con su pregunta, que comparto a pleno corazón:

"/¿qué hacer cuando ya nada/ deroga esos temibles edictos del desánimo?/

Aunque dichos poemas, obviamente, no se refieren a su incapacidad deportiva, ¡qué forma más bella de describir esas carencias!

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