Tierra de palabras

Descenso

Lo que será complicado que no nos persiga es el horror de las imágenes que nos llegan desde Afganistán y Haití

El ascenso de las temperaturas fue presagio del escenario para todo lo contrario: un verdadero descenso a los infiernos. La tarde ardía por calor y llamas. Los helicópteros sin cesar buscando agua con la que llenar esos globos que les cuelgan y que facilitan la labor de frenar la propagación de la destrucción de todo lo que el fuego encuentra a su paso y que especialistas por tierra intentaban también sofocar. El día pasó, se habló y habló de la ola de calor que nos azotaría y que nos azotó, pero igual que vino, se fue. Y todo en nuestro territorio volvió a la calma y ahora las mañanas algo bochornosas y nubladas son un leve respiro para afrontar el resto de la calurosa jornada. Estamos en verano y es lo que toca. También estamos manipulando la naturaleza, exprimiéndola sin piedad, y este es uno de los desalentadores resultados.

Pero este no fue el verdadero descenso a los infiernos. Olvidaremos los sudores, de hecho, ya están olvidados. Lo que será complicado que no nos persiga es el horror de las imágenes que desde Afganistán y Haití nos llegaban cuando el calor parecía cortarnos la respiración. A mí lo que verdaderamente me la cortó fueron las noticias que desde tierras lejanas nos llegaban y que traían los ecos de un profundo dolor.

La tierra se tambaleó en Haití dejando mucha muerte y más miseria, pueblos olvidados a los que la ayuda humanitaria no llega mientras sí que llegó, para complicarlo todo aún más, la tormenta tropical Grace. Más de treinta mil personas están sin hogar, deambulando por las calles, intentando conseguir comida y abrigo, durmiendo en albergues improvisados de plástico. Todo un descenso a los infiernos.

En Afganistán el fuego del radicalismo arde recordándonos horrores pasados. Familias que huyen desesperadas en desplazamientos masivos por inseguridad y por violencia presas del pánico por temor a las represalias que les esperan si se quedan. Afganistán, el territorio más expuesto a los desastres naturales, como la sequía, y con una vergonzosa pobreza crónica; con cuatro décadas de conflictos y violencia que han empujado a millones de afganos al exilio. Sabemos que incluso lo peor está por llegar, que ya han llegado las restricciones a los derechos de mujeres y niñas; tanto esfuerzo para que ahora les vuelvan a ser arrebatados.

El descenso a los infiernos es que haya países en los que no se llegue nunca a construir la paz y el bienestar. Nuestro calor abrasador es pura bagatela.

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