Análisis

Alberto Pérez de vargas

Días para el esperpento

Años atrás, bastantes ya, y a lo largo de un par de lustros, el Mesón Algeciras, pilotado por el gran Juan Guerrero y tripulado por su familia y amigos con la ayuda y el apoyo del no menos grande Ignacio Villaverde, reproducía en Madrid el ambiente de Carnaval tal como se entiende por estos pagos que Dios guarde. La ortigada de San Isidro tenía también su réplica en la erizada del Mesón. Ayer se celebró en su barrio algecireño con la ausencia explícita del pregonero, Pepe Ojeda. Su hijo le puso voz al último de sus trabajos, como él mismo habría querido. La ya tradicional y pintoresca decisión de que por aquí, contra todo pronóstico, el carnaval fagocite y siga al miércoles de ceniza, llena, aún más si cabe, de sentido y oportunidad a esta ortigada popularísima que alcanza ya la trigésimo segunda edición y con ello una espléndida madurez que consagra su vigencia y la sitúa en una referencia ineludible.

No sé yo cómo se genera la concesión de la ortiga de oro, ni quiero entrar en sus para mí desconocidos pormenores, pero para mí que su concesión este año al presidente del Partido Popular en Andalucía, Juan Manuel Moreno, ha dado y seguramente dará que hablar en el futuro inmediato. Es cosa de la peña, dicen unos, es cosa del alcalde, dicen otros, y probablemente todos tengan y dejen de tener razón al mismo tiempo y por lo mismo. Pues el personal debiera saber que estos menesteres son de pura subjetividad y están sometidos a motivaciones diversas e inescrutables. Las entidades hacen lo que hacen con sus enseres y ornatos, con tal que no molesten a quienes no han de molestar y se encaje donde conviene encajar lo que haga falta que se encaje.

Si los cuartetos pueden ser de tres, por qué no colocar la ortiga en una solapa de antojo del colocador. El carnaval crea un ambiente dado al esperpento y a la libre interpretación de lo que acontece. Si las letrillas admiten hasta lo inadmisible, por qué no hacer también gala y tronío de lo que no se puede explicar. Si los tipos pueden ridiculizar lo tenido por serio, por qué no hacer del ridículo el proceder. Si la Coca Cola va a ser "top" en el Día de Andalucía, que para eso (tal vez) cae en carnaval, qué más da lo que más da.

Piénsese en que la ortiga en crudo no abre para nada el apetito. Que no es carne ni pescado, que no es ni animal ni vegetal. Con tanta tergiversación ¡a quién le importa lo que se haga!, que diría en primera persona la incomparable Alaska, la de los Pegamoides, la de Dinarama, la reina de la ambigüedad casi absoluta.

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