Me deleitaba yo esta mañana con la palabra veraneante. Es la que siempre oí a los mayores cuando se referían a aquellos que llegaban al pueblo para pasar sus vacaciones. Tengo la sensación de que aquellos veraneantes nada tienen que ver con los turistas. Dice la academia de la lengua que veraneante es el que veranea, y que veranear es pasar las vacaciones de verano en un lugar distinto al que habitualmente se reside. Pero aquellos veraneantes de los años 70 y 80 se sentían protagonistas del pueblo -Palmones, que no lo he dicho aún- en el que yo nací. Sus hijos entablaban amistad con los hijos de los vecinos, acudían a la misa del sábado por la tarde en el caso de los devotos, procesionaban junto a la patrona y compraban en las tiendas como cualquier palmoneño. Vivir aquello, más que veranear, era dejarse un trozo de corazoncito cada agosto.

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