Tribuna

Jaime Batlle

Director Académico. Posgrado de Desarrollo Directivo en la Universidad Pompeu Fabra

Desafíos democráticos: libertad, cultura y manipulación en la sociedad contemporánea

Anulada la conciencia crítica, solo hay que trazar el camino para que las ovejas transiten por la senda delimitada de quienes deciden. La gran diferencia es que hoy, en vez de resentidas, están contentas

El otro día, releía un artículo que publiqué en El País y Cinco días ("La IA, una disrupción en toda regla", 15-01-2024) y me quedé anclado en una frase: "El sistema no puede cercenar la libertad del individuo, solo puede limitarlo". No era consciente, cuando la escribí para enviar el texto al periódico, del fondo de la misma.

La libertad, efectivamente, no puede limitarse porque es un valor fundamental, pero: ¿Quién podría eliminar esa libertad? Hablo del mundo occidental y en el seno de sociedades que se proclaman "democráticas". El legislador, que es un órgano político, sabe que la libertad no se toca porque eso tiene un coste electoral y, además, porque no queda aseado ir eliminando espacios a la libertad en escenarios democráticos reconocidos.

Hubo un tiempo que fue breve. Un tiempo en el que el uso de la libertad por el común de los mortales, y ahora sí me refiero a España, fue "peligrosa". Concretamente, desde la muerte de Franco, en 1974, a 1984, aproximadamente. Fue en ese decenio de apertura política cuando la libertad se escapó por la rendija de la cultura, que se empezaba a instalar en las aulas de los colegios, institutos y universidades. Fue gracias a la salida en tromba de magníficos profesionales de la enseñanza, con ansias de libertad, amparados en un sistema educativo que aún no se había reformado en lo que hoy se ha convertido. En ese decenio convivieron de forma peligrosa para el poder, la libertad y la cultura.

La libertad requiere de una conciencia clara como individuo que forma parte e interactúa en un ecosistema sano y seguro

Es ese binomio lo que hace a ambos componentes altamente peligrosos para el poder, pues la libertad sin cultura nada es y la cultura sin libertad queda reducida al ámbito estrictamente individual y por tanto adquiere una limitada, por no decir nula proyección social.

La libertad requiere de una conciencia clara como individuo que forma parte e interactúa en un ecosistema sano y seguro y, sobre todo, como base y fundamento, la libertad precisa de un cimiento cultural que impide la manipulación y alienación del individuo.

El truco y el humo que componen la magia de nuestra clase política es ensalzar la libertad (democracia), pero sin que ello tenga consecuencias positivas para el individuo y la sociedad, dejando fuera de zona de riesgo el poder de la clase política que nos dirige.

Solo hay que ensalzar la libertad como valor supremo, pero -y aquí está el truco- despojando al individuo de toda relación con la verdad y conectarlo con el relato

Para ello solo hay que ensalzar la libertad como valor supremo, pero -y aquí está el truco- despojando al individuo de toda relación con la verdad y conectarlo con el relato. Lo importante no es lo que es, sino lo que parece. Llegar hasta este extremo, no es tan sencillo. Primero ha sido necesario idiotizar al individuo, lo cual se ha llevado a cabo a través de dos instrumentos: el sistema educativo y los medios de comunicación de masas, la televisión especialmente. El resultado ha sido unos individuos nacidos a partir de 1984 y que hoy tienen la edad de una primera madurez, sobre 40 años, que ya tienen mando en plaza en el entorno y ecosistema social.

Al idiotizar al individuo y sustraerle la capa cultural que le da conciencia sobre la realidad, la libertad pasa a un segundo plano, pues queda inerte, inoperante, inservible y desechable. Para el poder político, éste no ha de hacer el esfuerzo de manipularla. La libertad entra entonces en el terreno de la posverdad, en el perímetro del relato imaginario de creer una cosa que no es, realmente.

Por esta razón la política campa a sus anchas, porque el relato domina la escena, con la libertad "ficticia" por bandera. Por este motivo las realidades más escandalosas que hace más de 40 años hubieran sido impensables, hoy las tomamos con una naturalidad asombrosa. Para un chico de 35 años, el discurrir cotidiano le parece lo más normal del mundo y no es culpa suya, porque no conoce ni pudo vivir el pasado reciente, ni conoce otra cosa que el relato en el que está inmerso, aceptando, por ejemplo, aunque sea ingeniero de formación, que el plazo medio para pagar una vivienda haya pasado de 6 a 40 años en el último medio siglo. O aceptando, sin más, los postulados más escandalosos de nuestros políticos, que harían palidecer de vergüenza a un demócrata de hace 50 años.

Hemos pasado de los toros y el fútbol franquistas a lo más sofisticado y tecnológico de hoy, que es la revolución en las comunicaciones, sintetizadas en el gran distractor que es el móvil, unido a la expansión y proyección del ego

El nexo de unión es el alienamiento del individuo. Hemos pasado de los toros y el fútbol franquistas a lo más sofisticado y tecnológico de hoy, que es la revolución en las comunicaciones, sintetizadas en el gran distractor que es el móvil, unido a la expansión y proyección del ego, medido en likes y poder publicar lo que quieras en redes sociales, sin filtro editorial alguno en relación a la calidad, en aras de esa libertad, ahora sí, ya inocua e inofensiva.

En algún momento alguien debió darse cuenta de que internet no era un problema, sino una ventaja, si antes se despojaba al individuo de la cultura necesaria para tomar conciencia crítica. La clave fue que la biología hizo el resto y no fue necesario añadir capas de estupidez a la conducta y condición humanas, partiendo de individuos a quienes se ha despojado de lo más importante: el saber, para tomar conciencia crítica. Anulada la conciencia crítica, solo hay que trazar el camino para que las ovejas transiten por la senda delimitada de quienes deciden. Las ovejas suelen vivir resignadas. La gran diferencia es que hoy, en vez de resentidas, están contentas.

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