Escucho en Canal Sur que: "…sobre las cinco de la tarde, el Greñúo se encontraba en la puerta de la iglesia de Santa María" de Cádiz. En contra de lo que podría suponerse según los dictados del sentido común, el Greñúo no es el alias de ningún delincuente ni el apodo de algún facineroso que anduviese suelto por las calles gaditanas. Antes al contrario, el aludido con la forma vulgar del adjetivo "greñudo" (que lleva el pelo largo, especialmente si está mal peinado, revuelto o enredado) es el mismísimo Jesucristo, concretamente el de la Cofradía Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores, con sede en la Iglesia Conventual Santa María.

Aunque, en general, se entiende que la denominación popular con la que se le conoce es un apelativo cariñoso que remite a la frondosa cabellera que luce la imagen de Cristo (realizada al parecer con pelo natural donado por un devoto), lo cierto es que para un cristiano serio y cabal, dicho tratamiento pudiera parecer de una excesiva familiaridad y hasta un punto irrespetuosa para con el Hijo de Dios.

Este moderno gusto por el lenguaje coloquial se extiende a todo tipo de actividades y así con ocasión del IX Congreso de la Lengua Española celebrado en Cádiz, las autoridades municipales (no por casualidad el alcalde responde al apelativo de Kichi) decidieron empapelar la ciudad con una cartelería de palabras típicas de la Tacita de plata: Quillo, ardentía, chapú, ajogailla, picha… y un sinfín de vocablos que tienen más que ver con el desconocimiento del idioma y sus reglas ortográficas que con una supuesta creatividad para producir neologismos.

En cierta forma y a pesar de las facilidades que ahora existen para conocer y dominar el lenguaje, asistimos a un extremo empobrecimiento del mismo y, lo que es peor, al enaltecimiento del lenguaje vulgar frente al culto. En 1965 la película de George Cukor My Fair Lady, fue todo un acontecimiento que logró 8 premios Oscar. Basada en la obra Pigmalion, de George Bernard Shaw, cuenta como Herny Higgins (Rex Harrison), un arrogante y misógino profesor de fonética, cree que la forma de hablar de una persona determina su futuro social. Para demostrarlo elije a una joven florista callejera, Eliza (Audrey Hepburn), que se expresa con un lenguaje vulgar y barriobajero, para darle clases de dicción y convertirla en seis meses en una dama de la alta sociedad. El profesor logra su objetivo y la combinación de un acento británico estándar de clase alta y unos modales refinados transforman a la florista en una sofisticada señorita. Ahora, sin embargo, aquella película no tendría ningún sentido ya que sería la arrabalera florista la que debería enseñar al profesor la jerga de la calle si es que este pretende que la gente le tome en consideración. Nada de conocimiento léxico, tiempos verbales o sutilezas lingüísticas… pronto volveremos a ser ágrafos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios