Un autor desconocido hasta entonces para mí y que este libro lo volvió imprescindible. Hago el encargo en mi habitual librería y, después de una paciente espera, una vez que lo recojo pasa a formar parte de mi vida enredado con los otros familiares enseres de diario. Estando en casa no se me da el momento de asomarme con la suficiente atención que siento que requiere. Necesito tiempo, un lento acercamiento que descifre por qué ha sido justo él el que ha llegado hasta aquí y qué guarda. Hay otros asuntos que atender primero: pasar páginas de otros poemarios inacabados y pasar las de la propia vida; capítulos a los que hacerles un hueco en ese espacio humanizado que me habita, haciendo reposar en él las enseñanzas que dejaron; asentar vínculos que el tiempo rescatará de la memoria por caminos anchos e insospechados hasta los lugares a los que los poemas me llevaron, redescubriendo que algo de mí también se quedó atrapado en ellos.

Y sin yo saberlo, sin poder ni siquiera imaginarlo, su pausada y silenciosa espera contiene oculta un ramillete de grandezas: tardes de asueto liberada de las manecillas del tiempo frente a la chimenea, estremecimientos hasta de los huesos, oleadas de inmarcesible pureza que oxigenará la trastienda de la conciencia, meticuloso trabajo en pos de una certeza…

Lo voy cambiando de sitio, lo llevo en el bolso cuando viajo abriendo al azar una página que me advierte del material delicado que late entre mis dedos. Lo cierro con el mayor de los respetos; será que no estoy todavía preparada. Y así pasan días y días… hasta que llega el momento. Abro, acaricio, huelo y empiezo a leer por el principio. El prólogo me advierte qué puedo sentir con el poemario que estoy a punto de iniciar: "una riqueza invisible y sin peso" que me va a transformar interiormente; aliando pensamiento y emoción, acompañándome en la búsqueda de una verdad más íntima. Leer de la vida: "No acierto a ser feliz. Todas las cosas/que busco, que poseo, que me aguardan, / íntimamente están en otra parte/ a que no sé llegar…"; y de la muerte: "Duerme, tú que no sabes; tú que ya no preguntas…"; del paso del tiempo: "Quizá es ya tarde:/ va aprendiendo a pensar/ el corazón"; del silencio: "Siéntate, bajo las ramas calladas de algún árbol…"

José Cereijo y su "Árbol desnudo" son un desbordante regalo y con cada nueva lectura hay una mayor apertura de conciencia.

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