Dicen que la política tan pronto es útil para ocuparse de todo lo referente al gobierno y a la organización de la sociedad como se enmaraña, dejando de ser apreciado su valor y sus méritos por la gente. El pluralismo político es uno de los valores superiores de las democracias.

Es normal hablar de política de vez en cuando, para referirnos a sus orientaciones o a sus contenidos, porque al fin y al cabo la actividad de los que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos públicos nos afecta prácticamente a todos. Si echamos mano de la Constitución española, los partidos expresan el pluralismo político y suelen andar de boca en boca, siendo tema de conversación entre la gente, porque ya se sabe que concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política.

Por tanto, cuando los partidos no andan bien pueden hacer que la buena marcha del país se resienta algo. Si las organizaciones políticas son un reflejo de lo que dice el texto constitucional seguramente serán útiles y proporcionarán bienestar, contando con el apoyo de la ciudadanía para disfrutar de un sistema estable.

Por el contrario, las crisis de los partidos crean inestabilidad, falta de seguridad y firmeza, pudiendo afectar a las bases en que descansa el bienestar de nuestro Estado social y democrático de Derecho. A veces hay muchos nubarrones en la partitocracia, luego conviene que todo vuelva a una posición de equilibrio para que los amortiguadores democráticos garanticen una gran estabilidad en todos los terrenos. Arreglemos los asuntos pendientes sin echar a perder los logros alcanzados.