Tribuna

Sebastian rinken

Científico titular del Instituto de Estudios Sociales Avanzados

¿Misión imposible?

La popularidad de Merkel se ha recuperado: un 60% del electorado prefiere que siga siendo canciller, frente a un 30% que prefiere a Schulz

¿Misión imposible? ¿Misión imposible?

¿Misión imposible?

Un año atrás, parecía inverosímil que Angela Merkel pudiera ganar las elecciones alemanas convocadas para el próximo domingo; incluso parecía dudoso si volvería a ser la candidata democristiana. Su popularidad se había desplomado en otoño de 2015, ya que muchos ciudadanos percibieron su gestión de la crisis de los refugiados como naif. A raíz de ello, durante 2016, el CDU salió apaleado de varias elecciones regionales, incluso sufriendo la humillación de que la euroescéptica y antiinmigrante Alternativa para Alemania lo superara en sufragios. A principios de 2017, el nombramiento de Martin Schulz como candidato socialdemócrata originó un aumento espectacular de las intenciones de voto a favor del SPD, el único potencialmente capaz de arrebatarle la Cancillería al CDU. En el seno de su propio partido, los antaño acallados detractores de Merkel empezaron a moverse.

Al aproximarse la cita electoral, la situación no podría ser más distinta: la victoria de Merkel se da por descontada, ya que los sondeos dan una amplia ventaja (unos 15 puntos porcentuales) al CDU sobre los socialdemócratas. La popularidad de Merkel se ha recuperado: un 60% del electorado prefiere que siga siendo canciller, frente a un 30% que prefiere a Schulz. Por tanto, las principales incógnitas a despejar por las urnas son, por un lado, cuál será el tercero clasificado, y por otro, quién entrará como socio menor en el próximo Gobierno alemán. Según los sondeos, cuatro formaciones obtendrán entre un 8% y un 10% aproximadamente del voto. Dos de estos partidos, la aludida Alternativa y La Izquierda, representan vocaciones antisistema de corte derechista e izquierdista, respectivamente; en cambio, tanto los liberales del FDP como Los Verdes anhelan responsabilidades de gobierno. Las quinielas sugieren una alianza entre CDU y FDP, pero tampoco se descarta otra Gran Coalición entre democristianos y socialdemócratas, o incluso una inédita (a escala federal) combinación entre democristianos, liberales y verdes. La lucha por el bronce será reñida.

Al resurgimiento de Merkel contribuyeron errores ajenos. El auge demoscópico de Schulz se evaporó rápidamente, entre otros motivos por la inexperiencia de este en contiendas electorales de semejante nivel, una imagen mediática comparativamente provinciana frente a las continuas citas internacionales de Merkel, y una retórica grandilocuente sobre un tema prometedor, la justicia social, carente sin embargo de propuestas creíbles. Mientras, disputas internas mermaron el reclamo de los populistas de derechas (la Alternativa).

No obstante, la renovada confianza en Merkel radica, sobre todo, en sus propias dotes políticas. La crisis de los refugiados ha remitido, tal y como ella había prometido: Alemania sigue acaparando una proporción notable de las demandas de asilo formalizados en la UE, pero su volumen está muy alejado de las cifras alcanzadas en 2015 y 2016. El pacto migratorio con Turquía ha permitido alejar la contienda política alemana de una dinámica proclive a aventajar al populismo antiinmigrante. Y lejos de achicarse ante Erdogan y su considerable poder de chantaje, Merkel le ha recriminado su escaso respeto por los derechos humanos, incluso sugiriendo que las estancadas negociaciones de adhesión a la UE se den por fracasadas. Así, Merkel ha desplegado una combinación, muy apreciada por el electorado alemán, de pragmatismo calculador por un lado, y defensa de valores innegociables, por otro.

La principal causa de su incombustibilidad política es su estrategia de desmovilización asimétrica, es decir: su capacidad para privar a los adversarios de sus respectivas banderas. Receta esta que ya forma parte de los manuales de Ciencias Políticas. Tres ejemplos magistrales de su ejecución son el abandono de la energía nuclear, la introducción del salario mínimo, y la legalización del matrimonio gay -asuntos que en su momento marcaron objetivos clave de los partidos verde, socialdemócrata y liberal, respectivamente-. Estrategia esta que, casi diríamos "de paso", ha conseguido transformar profundamente a un partido democristiano antaño escorado hacia la derecha del centro, al tiempo que ha transformado la propia sociedad alemana.

¿Quién tomará el relevo de Merkel? Ya sabemos que no será Schulz (quien se juega la continuidad como jefe del SPD), pero cabe vaticinar que a los grandes retos del incipiente gobierno alemán (refuerzo institucional de la Unión Europea; defensa del comercio libre; integración de los refugiados; reducción del calentamiento global; etc.) se suma, como reto particular, la elección de un/a posible sucesor/a por parte de la canciller.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios