La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El asesinato de Dúgina derrota la ficción

Ni la más loca ficción de la novela o el cine de espías supera la historia de Aleksandr Dugin y su hija

En el instante que dura una explosión todos, los que ya lo eran y los que aún no lo son, se han quedado antiguos si no incluso viejos frente a la realidad. Me refiero a los autores que han novelado la Guerra Fría desde sus inicios hasta la extinción de la Unión Soviética, los Le Carré, Greene, Forsyth, Ludlum, Clancy, Cruz Smith, Follet o McEwan. La realidad les ha superado tan espectacularmente y Rusia sigue siendo tan rusa en su desmesura trágica y exageración dramática que todos se han quedado empequeñecidos tras el atentado contra Daria Dúgina.

Ni todos estos escritores juntos podrían imaginar una historia que uniera, tras la caída del muro, a un barbado filósofo y analista llamado Aleksandr Dugin y a un tal Limónov -el tan interesante e incluso fascinante como repugnante tipo biografiado por Carrère- como fundadores del Partido Nacional Bolchevique o Nazbo -violento, radical, de estética skin- que fundía el comunismo bolchevique y el nacionalsocialismo incluso en sus símbolos (su bandera era una reinterpretación de la comunista y la nazi que no se le habría ocurrido, no ya a los autores antes citados, sino al más fantasioso Ian Fleming: un círculo blanco sobre un fondo rojo en el que, en vez de la cruz gamada, se inscribía la hoz y el martillo) para crear un imperio eurasiático liderado por Rusia que se enfrentara a un Occidente liderado por los Estados Unidos.

¿Más fantasioso que el Spectra de las novelas de Bond les resulta esto? Pues han de saber que antes de hacerse bolche-nazi Dugin fue nazi puro sin mezcla de bolche alguna, además de aficionado al satanismo y el ocultismo. Y que después de fundar con Limónov el Nazbo fundó el neofascista y ultranacionalista Partido Eurasia, empeñado en fundar un imperio ruso y un nuevo eje euroasiático ya no formado por Berlín, Roma y Tokio, como el nazi, sino por Moscú, Berlín y Tokio. ¿Quieren ir más allá en esta realidad que supera a la ficción? Es uno de los ideólogos de Putin, alentador de la invasión de Ucrania y padre de la también ideóloga, periodista y activista ultranacionalista Daria Dúgina, cuyo coche saltó por los aires el pasado día 20 ante los ojos de su padre, que, desesperado, mesándose barba y cabellos, veía los restos en llamas esparcidos tras la explosión en una imagen propia, no ya de las viejas novelas de espías, sino del más truculento cine de la era Misión Imposible o Bourne.

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