Según cuenta Tito Livio en su monumental obra Ab urbe condita (Desde la fundación de la ciudad), Horacio Cocles fue un héroe legendario que mientras sus conciudadanos cortaban el único puente de acceso a Roma, impidió en solitario el ataque de los etruscos. Finalmente, Horacio sobrevivió arrojándose al Tíber. El historiador y político británico Thomas B. Macaulay escribió un poema que se hizo extraordinariamente popular en el Reino Unido y que los niños acostumbraban a recitar en la escuela: The Lays of Ancient Rome (Cantos de la Antigua Roma).

Winston Churchill memorizó el poema en la escuela de Harrow y ya siendo Primer Ministro en plena II Guerra Mundial y con ocasión de los bombardeos alemanes sobre Londres, arengó a la población con un pasaje del poema sobre el valor de Horacio Cocles: “A todo hombre de esta tierra tarde o temprano le llega la muerte ¿Qué mejor manera de morir puede tener un hombre que la de enfrentarse a su terrible destino, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?”

Con sus discursos Churchill logró unir a los ingleses en un esfuerzo común de resistencia cuando todo parecía a punto de perderse. Al contrario de lo que hoy se estila, esto es, que los políticos oculten las verdades que puedan resultar incomodas para sus posibles votantes, Churchill fue capaz de decirle a su atribulado pueblo aquello de: “No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lagrimas y sudor” y con eso y –todo hay que decirlo– el orgullo que sienten los británicos por su país, consiguió que estos mantuviesen su entereza frente a las bombas alemanas.

Sin intentar equiparar las virtudes oratorias del Premier británico (fue premio Nobel de literatura en 1953) ni mucho menos su coraje y determinación con la retórica de nuestros actuales políticos, lo cierto es que uno no puede más que sentir vergüenza (de su país) al ver a la ministra de Educación y portavoz del Gobierno mostrar sus carencias en el uso del español al confundir los adjetivos con sustantivos: “Ayuso dice soeces”, o desconocer la irregularidad en el pretérito del verbo producir y decir “se producieron” en lugar de “se produjeron” y que decir de la supina ignorancia demostrada por el Ministro de Cultura que parece estar convencido de que medio lustro son 25 años que son los que llevamos sin la famosa poeta (curiosamente, no cayó en la cuenta de llamarla “poetisa”) Gloria Fuertes.

Lo preocupante es que esta incultura (asociada a la incompetencia) en la política es antes la norma que la excepción. De “Apocalipsis cognitiva” lo calificaba una diputada de ascendencia argentina que tras 3 años de ausencia ha vuelto al parlamento y cuya oratoria brilla en ese erial de sabiduría que es el Congreso. Su elocuencia, coraje y valentía recuerdan de algún modo al Viejo León británico.

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