Fuego cruzado

Sigo creyendo que el periodismo es condición 'sine qua non' para la salubridad democrática

Cuentan que el que fuera Jefe del Estado, Francisco Franco, solía decir "haga como yo, no se meta en política", cuando le parecía oportuno advertir a su interlocutor, de los pesares que tal cosa podría acarrearle. No es de extrañar, pues en la inspiración del dictador -como lo califica ahora la Real Academia de la Historia- se percibía un rechazo visceral por la política. Un buen dictador, sobre todo si se trata, como es el caso, de un militar sublevado contra un régimen parlamentario, lo que debe de desear es que la política desaparezca y sea sustituida -como en los regímenes comunistas- por el pensamiento único.

Una dedicación tan noble como la política es el periodismo. Pero la calidad de ambas depende radicalmente del modo de practicarla. Con la una o con la otra, sirviéndose de la extorsión, del abuso de poder o de la verdad a medias o, ya puestos, de la posverdad, puede hacerse mucho daño. Por más que en las sociedades democráticas existan recursos de defensa, por lo general ineficaces frente a los sujetos que carecen del más elemental sentido de la ética o frente a los corpúsculos del poder que operan entre bastidores.

He tenido alguna relación menor con la política, en dos ocasiones. Desempeñando una función técnica, en un caso, y sirviendo a los vecinos del barrio, a pie de calle, en el otro. Me he limitado a tareas tenidas por secundarias, por más que se dijera que eran importantes. Lo son, pero para el personal de a pie, no para los políticos de oficio. En ambos casos me he sentido incómodo. El periodismo, por su parte, me apasiona. Alguna vez y por poco tiempo he vivido la fascinación de hacer el periódico, pero casi siempre he practicado el periodismo de opinión, tal vez el más lucido y, desde luego, el más cómodo. Podría decir, apretando las meninges, que la política me decepcionó. El periodismo no, pero, ¡ay hermano!, me he topado con un par de periodistas que me han hecho caer en una trampa puesta a beneficio de objetivos mezquinos; han instrumentalizado mis palabras en un coloquio que estaba siendo grabado sin que yo lo supiera y han conseguido los efectos que perseguían. Luego ya, han encontrado en las miserias humanas, la dosis de cobardía suficiente para rematar sus propósitos.

Sigo creyendo que el periodismo es condición sine qua non para la salubridad democrática. Pero el poder del que puede disponer, en manos de indecentes, es un arma sumamente peligrosa.

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