P ARECE que, por fin, en La Línea empiezan a verse los resultados de la labor del equipo de trabajo que encabeza Juan Franco -con la inestimable ayuda de Nacho Macías, que después se me enfada-. Un grupo que lleva más de un año tratando de enderezar la nave que, a la vista de los últimos acontecimientos [léase hotel Asur], estaba aún más torcida de lo que se suponía, merced a la gestión de la socialista Gemma Araujo. Es verdad que estos días cuesta transitar por la ciudad, pero el asfaltado de calles que llevaban maltrechas desde ni se sabe o el tercer carril de acceso al puerto de La Alcaidesa son la demostración de que esta ciudad no se rinde a su propio abandono. No hay conjuras transfronterizas más allá del cruce del Toril. El tiempo demuestra que a base de trabajo, trabajo y más trabajo se vence a los tópicos. Esto sí sirve para que La Línea cambie.

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