Puestos a seguir el uso moderno de decir las cosas de la forma más estrambótica posible, yo, para este 2024 que nace con tan pésimas intenciones, les deseo un año shoganai (o shikataganai, que es casi lo mismo). Se trata de dos expresiones japonesas que encierran toda una filosofía del bien vivir. Muy parecido, pero no igual, a nuestros “que le vamos hacer” o al inteligentísimo “estaría de Dios” (así, en condicional enigmático), cercano también al “it is what it is” inglés o al “c’est la vie” francés e incluso entroncado con el “carpe diem” latino, el shoganai, arraigado en el budismo zen, no está vinculado al pesimismo o a la resignación, sino a la aceptación serena de lo que no podemos cambiar. Es un término que insta más a la resiliencia que al lamento. La mentalidad nipona destaca por respetar los ciclos de la vida, tanto buenos como malos, y transitarlos con sabia practicidad. Aprendamos algo de ella.

El año que clarea necesitará grandes dosis de paciencia y de sentido común. Nos esperan sorpresas inquietantes, escenarios impensables e increíbles giros de guion. Sobre todo en la política nacional, el guirigay va a ser de los que hacen época. En el ámbito privado, con los precios disparados y todos los equilibrios trastocados, tampoco nos faltarán preocupaciones. De ahí mi apuesta por el shoganai. No hablamos de conformidad, sino de la comprobación sensata de aquello que no tiene remedio. Hay cosas en nuestra existencia que no dependen de nosotros. Ante ellas, nada podemos hacer y se nos escapa la solución. En tales circunstancias, no tiene lógica perder nuestro valioso tiempo. La vida no es perfecta y, si no podemos corregirla, hay que afrontarla y seguir adelante. Es una manera de centrar nuestros esfuerzos en lo que sí podemos transformar. Así se evitan sufrimientos y frustraciones y logramos dirigir toda nuestra energía hacia lo transmutable. Identificar primero lo que se escapa de nuestro control, admitirlo y concentrarnos después en las áreas en las que sí tenemos el poder de actuar genera una oportunidad de crecimiento y de mejora personal.

Es lo que les deseo para el año que llega: no se estrellen contra el muro de lo inevitable, descubran lo que queda fuera de nuestro alcance y peleen por cuanto nos está dado modificar. Eso nos permitirá avanzar con entereza y sensatez y, a la vez, nos ahorrará esa maldita ansiedad que, como rata que roe sin descanso, nos roba paz y felicidad.

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