La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Esquerra nos salió cobarde

ERC es rehén de Puigdemont: para conservar la Presidencia del 'Parlament' y por miedo a unas nuevas elecciones

No conviene hacerse ilusiones. El discurso del nuevo presidente del Parlamento de Cataluña, Roger Torrent, no fue como el de su antecesora Forcadell, ciertamente, pero el dichoso procés está plagado de máscaras e imposturas. Importa menos lo que se proclama que lo que se hace. Pronto se verá lo que hace Torrent ante la inminente investidura del presidente de la Generalitat.

Delegación del voto por parte de presos y prófugos (tres y cinco, respectivamente) e investidura telemática o presencial son las papeletas a resolver ya mismo. Torrent decía que los letrados del Parlament son los expertos que deben decidir sobre la cuestión; ahora, recién elegido, dice que la decisión de la Mesa será política. Ya se sabe lo que eso significa: retorcer el reglamento de la Cámara para que el voto se pueda delegar y, sobre todo, para que Puigdemont sea investido sin moverse de Bruselas.

Un demócrata siempre asumiría que hacer política, en democracia, empieza por cumplir las leyes, y continúa por tratar de modificar las que no te gusten por el procedimiento que las propias leyes establecen. Los independentistas catalanes lo que han hecho ha sido saltarse la ley a la torera y, una vez provocado el conflicto, esperar que quienes la cumplen arreglen el entuerto sorteándola ellos mismos. Torrente (Torrent), el brazo listillo contra la ley.

En realidad, Torrent y toda Esquerra Republicana de Catalunya comprenden perfectamente que repetir la elección de Puigdemont sería un grave error -aparte de ilegal, ilógico y esperpéntico-, que otra proclamación unilateral de la república catalana supondría un nuevo fracaso, que no se puede imponer la secesión con la mitad de la población en contra y que el destino de quienes reincidan será la cárcel o el autoexilio. Una fantasmada que traería más ruina y el mismo reconocimiento internacional (o sea, ninguno). Ya lo comprendió Artur Mas, el hombre más arrepentido del mundo por la sucesión que él mismo ideó.

En vez de actuar en consecuencia y rechazar la ensoñación del Fantasma de Flandes, obligándole a proponer a otro candidato independentista y pasar a un segundo plano, ERC confía en que sea el Gobierno el que, recurriendo la tropelía, impida la investidura virtual de Puigdemont. ¿Por qué ERC no pone pie en pared? Por interés y por miedo: por no perder la presidencia del Parlament y por temor a otras elecciones aún más desfavorables. Al final ERC nos ha salido cobarde. Aunque Junqueras esté en prisión.

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