La novela del verano

Con un personal así, no sólo no puedes tomarte ni una copa, tampoco puedes tirar de un hilo interesante para una novela

Cuando alguien tiene dificultades para comprender el siglo XIX español, se le recomiendan los Episodios Nacionales de Pérez Galdós. Novelas que, a la par que entretenidas, dan las claves para entender unas décadas bastantes laberínticas. Don Benito lo hizo muy bien como novelista y, al mismo tiempo, vio que la narración histórica podía cumplir un papel necesario y esclarecedor. Pasado más de un siglo, el laberinto español mantiene sus quebrantos y oscuridades y los presentes episodios –de estos días de verano del 2023– necesitarían de un buen novelista para contarlo y descifrarlo. Posiblemente, ya ande alguna oportuna pluma afilándose. Aunque todavía no es fácil predecir las próximas jornadas y, sobre todo, cabe dudar de la valía, para figurar en una novela, de los personajes que en estos momentos encarnan la alta política española. Valle-Inclán cuando quiso retratar con verosimilitud los milagros de aquella corte ya lejana no tuvo más remedio que inventarse un nuevo enfoque: el esperpento, porque era el tratamiento que merecían aquellos tipos. Si acaso, otro recurso literario hubiera servido: la astracanada.

Quizás hasta hace poco tiempo, el esperpento y la astracanada hubiesen sido validos como técnicas corrosivas. En parte, en el mundo del teatro, lo consiguió muy bien Albert Boadella con Pujol. Pero, desde entonces, ha descendido mucho el potencial literario de la política de altura. Ni en caricatura son aprovechables. Pertenecen más bien al género del personaje de cartón piedra que –una vez expuestos en sus tribunas, con sus campanudos egos, amedrentando a la gente con imaginarios rencores y odios– tienen poco más que exprimir para llenar un libro. Y cuando hilvanan una idea que parece nueva, resulta extraída de un viejo de manual de bachillerato.

Por tanto, al novelista que esté preparando ya el esquema del argumento de la novela sobre los contenciosos políticos de este verano, no le va a resultar fácil crear una trama que no sea previsible desde la primera página. No hace falta dar nombres pero con un personal así, tan monotemático como insípido, no solo no puedes ni tomarte una copa, tampoco puedes tirar de un hilo interesante para construir una novela. Ni recurriendo de nuevo a don Benito Pérez Galdós ni a don Ramón del Valle-Inclán. Este último diría que para comedias bárbaras las suyas y que personajes como estos no hay necesidad de reflejarlos en ningún espejo deformante, es suficiente con verlos y oírlos.

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