Un negocio

Parte de las poblaciones vascas, catalanas y gallegas padecen, está claro, cierta frustración

La degradada situación política de estos días provoca paradójicamente un cierto beneficio: obliga a muchos españoles a reflexionar y preguntarse cómo se ha llegado a tales extremos. Y dado que esta pregunta se ha hecho recurrente, también habría que buscarle explicaciones. Es comprensible que, cuando menos, la gente quiera saber, aunque la resolución inmediata de los sucesos que tienen a España espantada ya no esté en sus manos. A esta petición de explicar qué sucede, la prensa está respondiendo muy bien. Frente a los intereses gubernamentales, y afines, de reducirlo todo a un mero enfrentamiento de derechas e izquierdas, cada día una buena serie de firmas, desde los periódicos, tratan de desentrañar las turbias maniobras emprendidas desde la Moncloa. Por eso, no sería excesivo añadir aquí alguna modesta interpretación más. Y dado que el separatismo es el rasgo que más encona esta situación, se podría empezar, como punto de partida, comprendiendo que parte de las poblaciones vascas, catalanas y gallegas padecen, está claro, cierta frustración (es decir, no son del todo felices). Sufren, pues, de carencias económicas, sociales, amorosas, e incluso metafísicas, pero esas deficiencias son las que acarrea la vida misma y que, en mayor o menor grado, padecen también el resto de los españoles.

Sin embargo, en esas regiones han gozado de una gran tradición histórica de comerciantes y vendedores de ilusiones, heredada por unos políticos locales que han visto cuán rentable les podía resultar el negocio de contarles a sus habitantes que el mal que los agobia tiene una sola causa: su dependencia de España y de los españoles. Con esa receta, muy simplona pero muy repetida, y el ingrediente de fomentar un odio visceral como agente transmisor, la cosa ha funcionado. Han vendido toda la mercancía y se han colocado miles y miles, todos de orígenes carlistas, en la misma empresa, aunque en distintas sucursales. Algunos para justificar sus productos han asesinado a centenares de españoles, otros han robado en sus propia arcas, pero no importa, el odio y el resentimiento debe tener un solo objetivo para ser eficaz: España.

Ahí está el origen de todas las maquinaciones separatistas. Dan buen resultado financiero, sin explicar propuestas ni datos contables para el mañana, ni exhibir maletín alguno de muestras. La gente les sigue, ilusionadas con sus promesas y ellos mantienen así en auge el negocio. Como prueba: en toda España no se habla de otra cosa. Incluso en la Moncloa han comprado varias partidas, reconociéndolas como productivos medios de supervivencia.

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