Cultura

El mundo desde el banquillo

Ver y oír el mundo (detenido) desde el banco de un parque, justo bajo la ventana del colegio de su hija. Hacer sonar la alarma del coche cuando pasa un niño, saludar a una guapa joven que pasea a su perro cada mañana, charlar con el camarero del bar… Esos son los propósitos, la penitencia, el ritual diferido del duelo (por la muerte de la esposa) que se propone como ejercicio diario Pietro Paladini (Nanni Moretti intentando no hacer, imposible, de Michele Apicella), un ejecutivo de una cadena de TV nacido de las páginas de la novela de Sandro Veronesi que encarna a un prototipo: el del hombre de éxito de mediana edad que se enfrenta al caos a la zozobra de la existencia, empujado por la tragedia inesperada.

Caos calmo se encierra y explica en una suerte de fábula contemporánea poblada por lobos con el rostro de amables ejecutivos, de niños adultos que devuelven un reflejo de sensatez en cada diálogo, de padres e hijos que buscan una respuesta a los misterios de la existencia desde el juego cómplice y la lectura de cuentos antes de dormir.

No es casual la presencia y el protagonismo absoluto de Moretti en un filme que, como La habitación del hijo, busca reconstruir el vacío de la pérdida y la ausencia con un nuevo y extraño ritual de lo cotidiano. El duelo no adopta aquí una forma dramática. El cuerpo y la voz de Moretti se convierten en el sensato centro de un universo que desplaza siempre el dolor y el llanto hacia fuera, en un juego cuyas reglas se marca el propio protagonista, esperando que ese tiempo suspendido e interior se solape con las idas y las venidas por su pequeño mundo, con soliloquios y listas sobre compañías aéreas o lugares a los que nunca volver, con visitas de amigos, colegas o parientes en crisis, con conversaciones intrascendentes sobre Britney Spears o unos vaqueros de moda.

Caos calmo construye un pequeño universo a escala en torno a un hombre complejo y un banco, destila su moraleja y su necesaria catarsis haciendo oscilar el péndulo de lo sentimental (con más música y canciones de la cuenta) a lo cómico, se permite incluso el lujo de la sorpresa y la ambigüedad (el encuentro sexual, el encuentro con el jefe de la empresa multinacional en el coche), hace girar a sus personajes, mirados siempre con cariño y condescendencia, a la velocidad justa para que no pierdan nunca del todo el equilibrio.

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