Cultura

Perico Pañero impresiona al Centro Flamenco La Malagueña

  • El algecireño, inmenso en su actuación, suma otro debut ante una afición exigente

Perico Pañero, durante su actuación en el Centro Flamenco La Malagueña.

Perico Pañero, durante su actuación en el Centro Flamenco La Malagueña. / firma foto

Puede ocurrir que la genialidad de un artista y su dominio lleven a que dispare su magia en el momento y por el vericueto más insospechados. Eso le ocurrió el sábado 17 de marzo al cantaor Pedro Lérida, Perico El Pañero (Algeciras, 1974), durante su debut en el Centro cultural flamenco La Malagueña, una peña con más de dos décadas de vida ubicada en la calle Sondalezas de la capital de la Costa del Sol.

Perico El Pañero suele herir con su cante por soleá y seguiriyas, campos en los que su profundidad y brillantez lo han situado a la cabeza del flamenco clásico y que hacen que su calendario de recitales no tenga apenas fechas libres. En el baile y el cante por bulerías, el menor de los hermanos Pañero desparrama décadas de gracia y muchas horas de fiesta en patios gitano-andaluces en los que él se crió y ya estaba apenas era un bebé.

Pero... ¿Y entonces? ¿Qué pasó en Málaga? Muy fácil y complejo al mismo tiempo. Ocurrió que el tarro de sus esencias llevaba en esta ocasión fandangos que enmudecieron y sobrecogieron al respetable. Ahí se rompió emocionalmente una tarde que había sido prometedora tanto en las bulerías por soleá de su arranque como en las malagueñas con las que quiso homenajear a la afición local. Aunque después de estas dos primeras entregas ya tenía Perico el Pañero al público metido en el bolsillo, su cante de hondura y misterio siguieron in crescendo hasta la seguiriya. Y el culmen arribó con el fandango como palo rompedor y puerta de entrada a esos instantes de máxima calidad y emoción.

Se sea más integrista del cante o no hay que tener en cuenta una realidad que se ha hecho tan sólida como el granito con el pasar de los años: Perico el Pañero, a fuerza de trabajo y respeto a la tradición y clasicismo flamencos en los que fue criado, es una referencia ineludible para quien quiera escuchar en vivo en el siglo XXI cómo se cantaba en el XX y hasta antes. Eso como poco.

Él no es un inmovilista -resulta difícil encontrar a un intérprete que investigue y estudie más, sucede igual con su hermano José- y con su actitud demuestra la viveza del flamenco y la inmensidad de su capacidad creadora sin tener, por ello, que desvirtuar para nada esta música ancestral. Perico el Pañero es un lince ibérico. Hay muy poquitos y deben ser cuidados y protegidos porque son imprescindibles para el ecosistema cultural de Andalucía.

El cantaor algecireño, acompañado fenomenalmente a la guitarra por Rubén Lara, dedicó la primera parte de su recital al Chato de Málaga, quien le precedió en las tablas. Luego tuvo palabras de cariño para varios de los asistentes, el histórico flamencólogo Luis Soler Guevara, ex concejal de la primera corporación democrática del Ayuntamiento de Algeciras (1979-1983) y uno de los mayores estudiosos y divulgadores mundiales de este arte. También para su sobrino Ramón Soler, decenas de libros y artículos publicados avalan igualmente su trayectoria, y para el aficionado y promotor de muchos espectáculos Alfonso Queipo de Llano. Todos ellos tienen una relación muy cercana y especial con el Campo de Gibraltar y sus flamencos.

El tamaño del Centro cultural flamenco La Malagueña hace innecesaria la megafonía. El ambiente es muy flamenco, íntimo y recogido. Fue terreno abonado para el triunfo de Perico El Pañero, a quien su hermano hizo compás por palmas en las bulerías con las que cerró este estreno aromatizado por su baile sobre un espacio que no ocupa mucho más allá de una loseta. Memorable.

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