Con Kiarostami, Panahi y Makhmalbaf prácticamente ausentes de nuestras pantallas desde hace varias temporadas, el cine iraní parece haber perdido en España el peso que tuvo hace una década como principal exponente de los cines periféricos. Tan sólo un par de títulos, Buda explotó por vergüenza, premiada en San Sebastián, y la vertiente más folclórica del cine de Bahman Ghobadi (Media luna), parecen subsistir más por razones de cuota de exotismo que por otros motivos.

En este contexto, resulta, por tanto, muy extraño que se recupere precisamente ahora esta cinta de 1998 (¡!), ganadora del Premio Especial del Jurado en San Sebastián y disponible en el mercado del DVD desde hace varios años. Cosas del verano, suponemos.

Dirigida por Abolfazl Jalili (A true story, Dance of dust), Don hubiera entonado mejor por aquel entonces en su prototípico perfil de cine pequeño de estética povera-neorrealista y protagonizado por niño marginal que se convirtió en la marca de fábrica del cine iraní exportable del momento.

Aun así, sacada de aquella coyuntura favorable, Don resiste como una pequeña y modesta pieza que ejemplifica las virtudes y defectos de aquella estética. Si entre las primeras destacamos la poderosa impronta realista de sus imágenes de raíz documental, el innegable verismo de unos personajes que se interpretan a sí mismos, la capacidad del relato para distanciarse en un juego autoconsciente (a través de un interesante formato de encuesta en el que el propio cineasta se sitúa en un contraplano que rompe el ilusionismo de la ficción) que nos recuerda a las prácticas reflexivas de Kiarostami (Close-up) o Panahi (El espejo), no es menos cierto que la película, odisea urbana de un niño, hijo de padre drogadicto, que intenta encontrar su identidad y su dignidad en un sistema social burocratizado y hostil, peca de cierta tosquedad y monotonía y de ese didactismo algo ramplón que, a pesar de las buenas intenciones denunciatorias, subraya en demasía unos argumentos dramáticos y su implacable trayectoria.