Cultura

Edipo a la rumana

Drama, Rumanía, 2013, 112 min. Dirección: Carin Peter Netzer. Guión: Razvan Radulescu y Carin Peter Netzer. Fotografía: Andrei Butica. Intérpretes: Luminita Gheorghiu, Bogdan Dumitrache, Florin Zamfirescu, Natasa Raab, Ilinca Goia. Cine: Albéniz.

Cuatro de los títulos más reconocidos y premiados de la última oleada del cine rumano -La muerte del señor Lazarescu, 4 meses, 3 semanas, 2 días, Martes, después de Navidad y esta Madre e hijo que consiguió el Oso de Oro en el Festival de Berlín- cuentan con el nombre de Razvan Radulescu entre sus créditos como guionista o asesor argumental.

No es de extrañar así que muchas de estas películas se nos parezcan tanto, en su querencia por el drama realista que, en distintos ámbitos o distintas épocas, trabaja sobre asuntos como la corrupción, la burocracia y cómo éstas afectan a las relaciones personales, a través de un estilo narrativo en el que predomina la unidad y la condensación espacio-temporal y, en la mayoría de los casos, una cierta tendencia a la organización en largos planos-secuencia para lucimiento de los operadores de cámara y sobre todo, de los actores (aquí, de una magnífica Luminita Gheorghiu).

Madre e hijo introduce además el conflicto edípico en mitad de una pequeña tragedia familiar que lleva a una madre de clase acomodada a defender con uñas y dientes a su hijo, con quien tiene una relación muy difícil, después de que éste haya atropellado y matado a un niño en un accidente de coche.

Lo más interesante de esta cinta de Calin Peter Netzer hay que encontrarlo por tanto en esta relación y sus rincones más secretos, en un vínculo torcido, casi a punto de romperse del todo, hilo del que una escena estupenda, esa en la que la madre da un masaje al hijo para intentar calmar el dolor después del accidente, condensa toda la tensión (erótica incluso) que luego ha de desencadenarse en las secuencias más potentes del relato, aquellas del estallido y el cara a cara cassavetiano.

Por fortuna, el periplo de esta madre coraje y asfixiante por arreglar el asunto antes del juicio y ese retrato de Rumanía como un país podrido en el que todo el mundo quiere sacar tajada, se acaba difuminando en una parte final en la que caen las máscaras y el dolor y el sufrimiento verdaderos de la otra familia se imponen como lección moral que revienta toda estrategia y apunta un posible reinicio desde las cenizas.

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