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El lado humano del paso del Estrecho

  • Miles de personas pasan cada año por Algeciras para cruzar hacia África durante la OPE, pero no son solo estadísticas

  • Cada viajero tiene su propia historia

La tarde cae sobre Algeciras y el calor aprieta. Mucho más para quien tiene que estar al sol. En el puerto de Algeciras son muchos los que aguardan para cruzar con destino Tánger o Ceuta con la única protección de los toldos instalados por la Autoridad Portuaria de la Bahía de Algeciras para la Operación Paso del Estrecho.

Su estancia será breve, de apenas unas horas. En estos días no es necesario habilitar el Llano Amarillo. La afluencia de pasajeros no es lo suficientemente grande para que se formen colas que obliguen a los pasajeros a esperar más de veinticuatro horas.

Cada año, unos dos millones y medio de personas cruzan el Estrecho a través de Algeciras y Tarifa. Pasan muy cerca de los campogibraltareños, a los que casi nunca llegan a ver. Para la mayoría de nosotros son solo eso, números y estadísticas de viajeros. Pero las personas que pasan por el puerto también tienen nombre y apellidos.

La diversidad de los pasajeros es enorme, tanto en su procedencia, destino, forma de viajar como en lo que opinan del área instalada por la OPE. Para Ait Lahcen, que viene con su familia desde Bretaña, es un lugar cómodo para esperar. "No ha cambiado en el tiempo que llevo cruzando el Estrecho, pero está bien. Hay una mesa y puedo escribir o sentarme", cuenta. Una opinión similar tiene Tarik Fatihi. Tiene treinta y tres años y desde que tiene uso de razón realiza las diecinueve horas de camino que actualmente tarda desde Francia hasta Algeciras.

No piensa lo mismo Hartoul Jamila. Para ella, este es un lugar "horrible. Los niños además no tienen diversión alguna". Según su testimonio, normalmente tan pronto como compra el billete puede embarcar, pero esta vez no ha sido así. Está acostumbrada a realizar este trayecto, que para ella comienza en Bruselas, la capital belga. Lleva dos décadas haciéndolo y conoce lo que suele ocurrir, pero esta vez se queja. "He llegado a las tres y media y no embarco hasta las diez. A principios de verano crucé a través de Ceuta y no hubo ningún problema, pero cuando vas a Tánger todo es horrible".

Junto a ella se encuentra Brahim. Viene de Italia y no entiende ni español ni inglés. Solo chapurrea el francés, pero consigue entender parte de la conversación y, en italiano, escribe en un papel "llevo seis horas de retraso esperando el barco con mi familia, con cuatro niños".

Adbellah Amakrane viene desde Aramon, una localidad del sur de Francia a media hora de Nimes. Tampoco está contento con la espera. Dice que ha llegado a las seis y ha comprado un billete para las siete, pero no va a embarcar hasta las diez. Para él, que ha realizado un viaje de unas dieciocho horas, no es la mejor opción posible. Menos todavía cuando solo puede volver una vez cada dos o tres años.

No es el único que no pasa anualmente. Ait Lahcen tampoco puede hacer este viaje cada julio. Ni Addi El Arabi, que viene de Galicia, donde trabaja en una empresa eólica. "Antes venía en verano y también en navidad, pero desde 2012 solo puedo cruzar una vez y no siempre", explica. Su estancia tampoco será larga. Tan solo volverá durante una semana. Después, según cuenta, su trabajo lo llevará por paísas como Jordania, India u Honduras, lugares a los que previsiblemente tendrá que ir en avión.

El coche no es la única forma de ir desde sus lugares de origen hasta Marruecos. El transporte aéreo cobra cada vez más adeptos entre los viajeros, pero no todo el mundo puede permitírselo. Es lo que le ocurre a Abdelah Amakrane. "El avión es muy caro. El viaje completo para mi familia puede irse hasta los 2.000 euros. En coche es mucho menos. Ir y volver nos puede salir a todos por unos 850", comenta.

Sí puede pagarlo otro ciudadano, que entre risas explica que su nombre "es secreto francés". Vive en el departamento de Alta Savoya, colindante con Suiza. "¿Un coche para qué? Puedo llevar todo mi equipaje en un avión, pero este año vengo con mi familia", afirma. Él tampoco va a Marruecos anualmente. "Paso cada dos años. Mi mujer sí viene todos los veranos", explica.

Apenas pasarán unas horas antes de zarpar rumbo a Tánger para comenzar sus vacaciones más cerca de los suyos. La mayor parte de ellos no conocerá Algeciras o Tarifa más que por su zona de embarque, pero a pesar de ello, cada verano dejan su impronta en una zona que se prepara para recibirlos.

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