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Camarón que se duerme...

  • Derrota justa La Balona, falta de la humildad y la solidaridad que le caracterizan, cae con justicia ante un Coria mucho más implicado Peligro Los albinegros vuelven a desconectar al verse por delante en el marcador y sólo reaccionan con el uno-tres Feo El juego de los de casa, a base de balonazos, facilita el trabajo de los visitantes

El que avisa no es traidor. Hace una semana, en estas mismas páginas, se advertía de que a la Balona se le había subido el liderato de la cabeza, que había dejado de ser ese equipo humilde, solidario, dispuesto a pelear hasta el último balón. Que se había transformado en un grupo engreído, que mira al rival por encima del hombro, más preocupado de hacer cuentas y de poner a enfriar el cava que de ganarse primero el derecho a los festejos. "El líder peca de soberbia" quedó escrito. En aquella ocasión se salvó en La Juventud por los pelos. Ayer no tuvo esa suerte. Ni la mereció. Un Coria que convirtió la modestia una virtud, consciente de sus limitaciones pero muy implicado, hizo del orden una doctrina y arañó una victoria en La Línea tan justa como dolorosa para la parroquia local.

La Balona sumó ayer su segunda derrota en casa de la temporada. Como sucedió cuando cayó en Los Palacios, el resultado apenas deja daños colaterales, ya que los perseguidores tampoco andan muy finos. Pero no deja de ser una pena que el equipo de Rafa Escobar dejase escapar un triunfo que le hubiese colocado con esos nueve puntos de renta sobre el Pozoblanco por el que tanto suspiran los suyos.

El mal rollo empezó al hacerse pública la alineación. La presencia de Antonio Merino, un jugador de marcado carácter defensivo, en el costado zurdo de la medular era toda una declaración de intenciones.

La Balompédica se plantó en el campo descabezada. El Coria, que replegó efectivos, metió al equipo de La Línea en su juego, lo enredó. La labor de Israel en el apartado destructor fue, sencillamente, intachable. Y los locales no tuvieron recursos para zafarse del ramilletes de grilletes que el rival puso en el camino hacia su marco.

El equipo ribereño se atrevió incluso a desplegarse. A los seis minutos el mencionado Israel rozó el larguero. Y a los 18' en su siguiente avanzadilla, perdió el balón, Ezequiel montó un contragolpe sencillamente perfecto y Juampe, después de burlar la salida de Juan hizo el uno-cero.

Fue un chispazo, un nada. Pero lo suficiente para que la Balona desconectase, volviese a las andadas y acentuase su mutación hacia aquella escuadra que se paseaba por la zozobra de comienzos de temporada. A defensa estaba absolutamente desconocida.

Rubén estuvo de hacer la igualada en el 29', pero su disparo se fue por poco.

En el 43' Dani Albacete cabeceó a placer a la salida de un córner después de que Camacho tropezase en su salida con un compañero.

El tópicazo ese del gol psicológico se hizo cierto. La Balona volvió del vestuario aún más desorientada y el Coria, con ese punto extra de agresividad que tienen los equipos con el agua al cuello. El mismo que se echó en falta en los de casa, que parecían no jugarse nada.

Y en el 58' el uno-dos. Tras otra jugada que nació en punto muerto, Rubén se zafó en el área de un agarrón de Olmo y desde el suelo, asestó el golpe definitivo con la punterita.

Los cambios y la reordenación de efectivos, como una semana antes, sirvieron para poco, por no escribir para nada. Y eso que el equipo de casa acabó defendiendo con tres.

El Coria, por su parte, erre que erre, a lo suyo: ordenadito. Hasta que el equipo de Puma soltó su tercer zarpazo. Otra vez a balón parado. Ésta, en una falta lateral. Ni la barrera era suficiente ni los que defendían estaban concentrados, como fue norma toda la tarde. Curro punto el balón en movimiento, Dani Albacete cabeceó, Camacho fue incapaz de blocar y Rubén, atento, empujó el balón que se quedó suelto en el área. No estaría de más que alguna vez que a la Balona le lanzasen entre los palos, la jugada no acabase en gol.

Lo que quedó por delante fue un quiero y no puedo. El Coria anudó aún más las bandas y el conjunto de casa se empeñó en colgarla a la olla, para lucimiento de Quintero y Mario, que despejaron de cabeza no se sabe cuántas veces.

Es verdad que en ese periodo la Balona pudo hacer algún gol en acciones de Copi, David Hernández e incluso en un disparo de Cristian que Quintero sacó en la línea (89'), pero seguramente no hubiese sido más que engordar para morir.

La derrota no tiene demasiadas consecuencias, es cierto. Pero el problema es que ha entreabierto la puerta por la que amenazan con salir los fantasmas del pasado. En los jugadores y técnicos está cerrarla de un portazo el sábado próximo en Huelva.

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