El astronauta | En Netflix

Netflix, tenemos un problema

Adam Sandler, astronauta en plena crisis matrimonial-existencial.

Adam Sandler, astronauta en plena crisis matrimonial-existencial.

Empieza a extenderse en los mentideros virtuales una larga lista de agravios y preguntas sobre el (des)propósito de Netflix a la hora de dar luz verde a este descabellado proyecto de ciencia-ficción existencial basado en una novela del checo Jaroslav Kalfar publicada en 2017.

Se preguntan los usuarios qué llevó a mantener la historia en una imprecisa Checoslovaquia vintage de los años 80, que haya sido interpretada por actores anglosajones como Adam Sandler o la no menos cariacontecida Carey Mulligan, o que se haya plasmado en su literalidad ese dilatado diálogo imaginario entre nuestro apesadumbrado astronauta y una peluda araña gigante de seis ojos.

Se lo preguntan los espectadores y también nos lo preguntamos nosotros, bastante atónitos ante un plomazo que no ha debido ser barato y que busca en vano emparentarse con los Tarkovski, Kubrick, Villeneuve, Jones o Gray que han abordado temáticas y planteamientos similares sobre los moldes de un género que suele dar para mucho. La cinta del sueco Jonah Renck, curtido en series, anuncios y videoclips de lujo, flota inane en su propia carencia de gravedad e intenta disimular su ridículo con la impostura de la trascendencia a golpe de susurro, distorsión óptica de la memoria, cansino montaje paralelo nave-Tierra y la inevitable salida libre al espacio exterior que justifique visualmente el viaje tan lejos de casa.