tribuna de opinión

Represión y emigración en el Rif

  • Esta provincia indeterminada de Marruecos, a solo 200 kilómetros en línea recta, está viviendo una verdadera revolución

  • Todo lo que pasa en países de nuestro entorno nos afecta

Represión y emigración en el Rif

Represión y emigración en el Rif

Una de las cosas que tiene mi trabajo es que te cuentan de primera mano asombrosas historias de emigración. Desgraciadamente todos los días, menores de edad que cruzan el Estrecho de Gibraltar, me narran cuáles son las circunstancias por las que salen de su país. Todas ellas son muy variopintas pero, uno se da cuenta claramente de que todas las situaciones que se generan socialmente en países de nuestro entorno tienen después repercusión. Y sino que se lo digan a Italia después de la caída de Muamar el Ghaddafi.

Quizás no se le haya prestado mucha atención por lo medios, pero el Rif, esa provincia indeterminada de Marruecos a solo 200 kilómetros en línea recta y que en los días claros se puede ver desde la provincia de Málaga, está teniendo una verdadera y auténtica revolución. Quizás la segunda desde las llamadas primaveras árabes, y eso sí, la más larga y verdadera.

Esta semana he tenido la oportunidad de entrevistar a un joven del movimiento Hirak. Un grupo de jóvenes que hartos del abandono que sufren por parte de su Gobierno se han dedicado a ir de aldea en aldea explicándole a sus ciudadanos por qué el único hospital de Alhucemas es de la época de la colonia, y porqué tienen que hacer más de 200 kilómetros para ir a un ambulatorio que está en Oujda donde solo atienden casos poco graves derivando después a Rabat. También han estado contando por qué no tienen escuelas, por qué no hay fábricas en todo el Rif y por qué la mayoría de los rifeños llevan años emigrando a Holanda.

Éstos, los herederos de una cultura premarroquí y preislámica, no les dejan ni siquiera expresarse muchas veces en esa lengua materna con la que no han parado de explicar porque es más barato comprar los productos de primera necesidad en Melilla. Seguro que esto le es familiar para aquellos nacidos en las partes bilingües de nuestro país en la época de la dictadura.

Continuando con su relato, este joven que no llegaba a la mayoría de edad, me contaba que la policía entró en su casa mientras su madre estaba sirviendo la comida de Ramadán y que justo cuando escuchó ruido en la puerta, se acercó para ver quien era, portando una olla con esa sopa tan rica, la harira. Que entraron con violencia, derribando la puerta y tirando por tierra tanto la sopa como a su madre, quemándole los brazos. Al joven se le humedecen los ojos y explica que tuvo suerte de saltar por la ventana y escaparse.

Después de cuatro meses escondido en el campo como los antiguos maquis, pensó que su única salida era la de emigrar. 150 jóvenes como él están detenidos e incomunicados sin que sus familias sepan nada.

Cuando uno teme por su vida solo se le ocurren soluciones extremas. Se puso en contacto con la mafia que manda personas a Europa y con unos pequeños ahorros de su trabajo como cocinero en Nador y la venta de una cadena que le dio su madre, consiguió el dinero suficiente. Le dijeron que sería duro, que serían tres días, que se llevara unos dátiles y un poco de agua. No le dijeron que si tenía suerte de llegar, añorar a su madre y a su tierra sería lo peor de todo.

Cuatro meses sin hablar con su madre, un viaje incierto y a la desesperada por delante. Este es un ejemplo de por qué la gente emigra. Esto es por lo que todo lo que pasa en países de nuestro entorno nos afecta. Y aquello sigue en marcha, llenando de vídeos las redes. Una revolución con un final incierto, pero con una realidad plausible que sin duda ya afecta a España.

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