Ciencia y Sociedad

Reglas de urbanidad para señoritas, año 1859

  • l Las reglas de urbanidad de hace 150 años resultan inadecuadas, intolerables hoy día, pero es necesario que existan algunas normas de comportamiento para facilitar la convivencia urbana

Entre las numerosas publicaciones y artículos de mi personal banco de datos, una de las más raras y preciadas es un librito publicado en el año 1859 en Valencia, titulado Reglas de urbanidad para uso de las señoritas, compuesto por D. Fernando Bertrán de Lis. Por supuesto, las existencias de esta reliquia se agotaron hace mucho tiempo. Como creo que resultarán interesantes a lector, expondré algunas de las reglas más curiosas y chocantes, por su profundo contraste con los modos y conductas familiares y sociales contemporáneas:

36) "Cuando la joven esté de pie debe tener el mayor cuidado en tener las piernas derechas, no dejar caer la cabeza de modo indolente y afectado, ni inclinarla a los lados. No debe apoyarse en la pared, contra los muebles y mucho menos contra la silla de nadie. Ni apoyar el cuerpo sobre una pierna alargando la otra. La cabeza y el cuerpo derecho, los talones juntos y las puntas de los pies hacia afuera".

41) "Si en una reunión alguien toma la palabra, es muy feo que una joven esté distraída, que se recueste en la silla, que juegue con la sortija o el abanico, o que mire al suelo, pues con esto denota que la conversación no solo la fastidia, sino que hace poco caso de la persona que está hablando".

49) "Cuando una joven sale con su madre, algún pariente o persona a quien debe respetar, debe cederle la derecha, arreglar su paso al suyo, y ofrecerle con el mayor respeto el brazo si lo cree útil y agradable".

54) "Se forma mal concepto de la joven que, pasando por el lado de un hombre desconocido, se vuelva hacia él con el semblante de modo que haga creer que tiene interés por aquel hombre".

56) "Cuando la joven salga de paseo acompañada de sus padres, y estos se parasen para hablar con alguien, la joven debe separarse lo suficiente para no oír lo que estén conversando".

96) "En una conversación una joven debe medir las palabras antes de hablar, tener una prudente reserva, ser modesta y estar en silencio; porque el silencio es el ornato de las mujeres".

101) "Es insigne vileza hablar mal del prójimo cuando esté ausente; y porque quien habla mal de uno, puede hablar igualmente mal de nosotros".

Y, 110) "La joven bien educada no debe hablar de edades en presencia de los ancianos, de salud a los enfermos, ni de convites suntuosos a las personas que sólo tienen lo necesario para vivir; ni de la cultura a los que no la poseen".

Las consideraciones que puedan tener estas normas de urbanidad para uso de las señoritas de hace siglo y medio las dejo al criterio del lector; pero parece oportuno que, salvo lo que puedan parecer ridiculeces, cursilerías o posturas rígidas, casi militares, si no en las formas sí en el fondo, convendría que se enseñasen y practicasen buenos modales y mutuos respetos desde la infancia para que, de adultos, la convivencia familiar y social no fuese tan agresiva y desapacible.

Al hilo del tema, referiré que hace tiempo sostuve correspondencia con un japonés. Hicimos amistad y le pregunté por qué los japoneses eran tan corteses entre sí. Me contestó: "Somos muchos y vivimos en pequeñas islas, por lo que, sin cortesía y urbanidad, la convivencia sería imposible".

También nuestras populosas ciudades vienen a ser como islas superpobladas, llenas de molestias y roces, y no practicamos unas convenientes reglas de urbanidad. Ni siquiera existen.

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