VOCESDElsurIsidoro Macíashermano franciscano de la cruz blancae

"Creo que he dejado una cosa muy bonita, un legado"

Eisidoro Macías Martín (San Telmo, Huelva, 1945), conocido por todos como Padre Patera, ha estado 35 años en Algeciras. Después de tanto tiempo se ha marchado. Los hermanos franciscanos de la Cruz Blanca lo acaban de trasladar a Córdoba. El Padre Patera recibió tal sobrenombre y se hizo popular por su trabajo con los migrantes. Tanta repercusión alcanzó su labor que en 2003 la revista Time lo designó héroe del año. Es el momento de repasar media vida.

-Llegó a Algeciras en 1982. ¿Qué le llevó a la ciudad?

-Yo estaba en un colegio de educación especial de Cáceres capital. Me dijo el superior general y fundador, Isidro Lezcano Guerra, que hacía falta un hermano en Algeciras. Como yo conocía la ciudad ya, de cuando se inauguró la casa de la Cruz Blanca, diez años antes, me destinó aquí para dirigirla. Era una casita muy bonita, y muy pobre, pero rica en amor. Había muchos pobres en la calle.

-¿Cómo fueron aquellos primeros años?

-Esa casita se hizo pequeña y tuvimos que alquilar otra que estaba al lado. Habría unos 15 o 20 abuelos, que estaban por ahí tirados. La casa era para personas que necesitaran ayuda. Dábamos también costitos de comida. Nunca miré si eran católicos o creyentes. Lo mío era recoger a las personas que no tenían nada, que hay que darles de comer, lavarlas, darles mucho cariño y escucharlas mucho, aunque siempre te decían las mismas cosas: la familia, que no tenían dinero y que se habían tenido que poner así porque no tenían medios ninguno.

-¿Cómo llega una persona a verse tan desamparada?

-Cuando vine aquí trabajo había. Como dice el Evangelio, siempre habrá pobres. Hay personas, no sé si por la familia que no las quiere, a lo peor han tenido problemas de matrimonio... y se ven en la calle y no tienen a nadie. Yo he tenido abuelos que cuando han fallecido ha venido la familia a pedirme el dinero que tenía, y no tenía paga ninguna. Yo he intentado en estos 35 años ser una persona más, ser una persona agradable con toda la gente, aunque es muy difícil que todas las personas comulguen contigo. Yo tengo muchos detractores también.

-¿Por qué?

-Pues no sé, si es por la envidia que sonaba mucho el hermano Isidoro ya antes de lo del Padre Patera. Lo que yo estaba haciendo lo podían hacer otras personas, pero no lo hicieron. Tuvimos que venir los hermanos franciscanos de la Cruz Blanca para hacer esto. Esas personas que no comulgaban conmigo, por tonterías muchas veces. Tú lo analizas... Pero Dios quiere eso también, para que yo me santificara mucho más. Yo no digo que sea santo. He intentado ser humilde y dialogar con las personas. Yo a esas personas las perdono de corazón. Nunca se tiene que creer uno que es más que nadie. En 35 años creo que he dejado una cosa muy bonita, un legado.

-Lo de Padre Patera fue porque empezó a acoger en la casa a personas migrantes.

-Fue un periodista, Julio César Iglesias. Hicieron un reportaje de nosotros en Televisión Española. Vino a hacerme una entrevista a ver lo que hacía el hermano Isidoro. Fue en 2001 o 2000, por ahí. Hicieron el reportaje. No me podían llamar padre porque no soy sacerdote, ese don no lo tengo. Tengo otro que es la asistencia a las personas que no tienen nada.

-¿Cuándo empezó a recibir a migrantes?

-En julio del año 2000. Llegaron cuatrocientos y pico de inmigrantes y las fuerzas de seguridad no sabían dónde iban a poner a las mujeres que venían embarazadas y con niños. A alguien se le ocurrió vamos a llevárselo al padre Isidoro a la Cruz Blanca. Y bendito sea Dios que los llevaron. Fueron de los primeros que llegaron por el Estrecho. Aunque siempre han llegado, en los ochenta lo hacían esporádicamente. No se daba tanta importancia. En los años 2000 fue cuando se le dio tantísima.

-¿Cuánto tiempo solían quedarse?

-En nuestra casa hasta que se le arreglaban los papeles, que se podía, hoy día es muy difícil. Los periodistas siempre me dicen que por qué no acogía a hombres. Pero es que los hombres lo tenían todo solucionado. Antes de salir de allí tenían ellos un contacto en España. Yo recogía más bien a las mujeres, que eran las que estaban más indefensas.

-A partir de aquel mes de julio de 2000 ya las acogió con frecuencia.

-Unas se quedaban cuando tenía cama y las otras las mandaba a una pensión y venían a comer o, si ellas querían ir a otro sitio, les pagaba el billete. Y convivían con las personas que estaban allí. Eran muy solidarias unas con otras. Hasta que ya el Gobierno se hizo cargo y puso los centros que hay. Yo visité el centro de Algeciras hace tiempo.

-¿Qué opina de los CIE?

-No es una casa normal y corriente. Es lo que era, pero lo adaptaron muy bien, lo que yo vi. Lo que yo vi lo vi bien. Ahora dicen que sí, que está mal. Yo no puedo decir de ahora porque no lo he visto, pero cuando yo lo vi lo adaptaron muy bien.

-Las organizaciones y colectivos sociales dicen que, al margen de las condiciones en las que estén las instalaciones, eso es privar a la gente de libertad y que no debería ser así.

-Yo creo que todos tenemos que tener libertad para ir donde uno quiera, pero cada Gobierno tiene sus leyes. Yo voy a Marruecos y no puedo estar más de tres meses, luego me cortan la libertad también. Yo voy a otro país y he tenido que llevar visado. No tenía que haber ni visados ni nada, pero cada país tiene sus leyes. Ahí no me he metido nunca porque no es incumbencia mía. Lo mío es ayudar a las personas.

-¿Qué piensa cuando ve los campos de refugiados en Grecia a bajo cero y llenos de nieve?

-Muy mal, muy mal. Los políticos no digo que tengan la culpa, pero ¿por qué no se reúnen? Se reunieron, pero ¿qué sacaron? Hay que buscar primero la raíz, de dónde vienen y por qué vienen. Lo he dicho siempre, pero no se interesa nadie por dónde vienen ni cómo viven ni nada. Lo de este verano, este invierno, las personas esas que salían de Siria, qué pena. Tienen que mirar a sus países.

-¿Y mientras se resuelve eso no habría que dejar entrar a las personas que están pidiendo ayuda?

-El Papa lo está diciendo a cada momento, que busquen una solución para la inmigración. Abrir las puertas de Europa, se nos echarían todos aquí. Que vayan llevando las cosas poco a poco, pues sí. ¿Cuántas personas hacen falta en Francia? ¿Dos millones? Dos millones que vinieran. En España, ¿medio millón? Pues medio millón que vinieran. No dar una cifra y después no haber traído a casi nadie.

-¿Cómo ha cambiado el fenómeno de la inmigración en la zona del Estrecho?

-Ha cambiado mucho. Cuando la masificación de los inmigrantes fue entre 2000 y 2004. En 2005 ya descendió un poco. Y los llevaron hacia Canarias, y hacia Italia, que cuántos muertos no hay en ese mar.

-¿Los llevaron se refiere a las mafias?

-Las mafias los mueven cuando quieren y como quieren.

-¿Se puede decir entonces que la situación ha mejorado en el Estrecho?

-Para mí sí, aunque siguen llegando, pero no como antiguamente, porque van a otro sitio.

-Sin embargo en el verano de 2015 llegaron cientos a Tarifa en pocas horas y se demostró que estábamos igual de poco preparados.

-Me dio mucha pena. Los visité. Estaban entre rejas personas que no habían cometido nada, que estaban allí como si estuvieran en la cárcel. Pero las leyes son las leyes. Ahí no me pongo, pero sí digo que está mal. Nosotros de vez en cuando chillamos un poquito para que se enmiende un poco la cosa y los que mandan se den cuenta de que existe ese problema.

-¿La gente ayuda igual, más o menos que antes?

-La gente está concienciada y ayuda. La gente es generosa, caritativa, porque están viendo la necesidad. Desde siempre, desde que estuve en Algeciras. Ayuda a todas las ONG, porque no podemos subsistir de lo que nos da el Gobierno.

-¿Por qué le han trasladado a Córdoba?

-Nosotros estamos en cada sitio tres o cuatro años, pero conmigo han tenido mucha caridad. En Córdoba es totalmente diferente. Estamos en nuestra casa, que es de discapacitados. Hay 70 muchachos. Tiene muchos talleres para estos niños. Es igual que donde yo estaba en Cáceres.

-¿Qué recuerdos se ha llevado de esta tierra?

-Tantos. He dejado muchos muchos amigos.

-¿Lo echará de menos?

-Pues sí. Las primeras lagrimitas las he echado. Y en Córdoba también cuando me acuerdo. Pero bueno, he dejado un legado. Lo que yo digo es que los que me han ayudado a mí siempre son los abuelos que han estado conmigo y están allá arriba en el cielo. Son los que me han dicho, vamos a ayudar a Isidoro, que me dio de comer, de beber y me bañó y ahora está haciendo esto. Y ellos desde arriba están ayudando.

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