Algeciras

Algecireños en la Guerra de Cuba (XII)

  • Tras el relato de José Román no ha de extrañar que el regreso de los soldados a su hogar algecireño fuese comentario obligado en todas las reuniones y tertulias de la ciudad

El 'Montserrat'

El 'Montserrat'

Algeciras, seguía inmersa en los efectos de la férrea censura que se había impuesto desde el llamado Cuartel del Pozo del Rey ó sede Gobierno Militar cumpliendo ordenes "de arriba". El asunto de la aplicación de la censura, vino a sumarse a la fuerte acción que contra el contrabando ó jarampa, venía ejerciéndose desde el estamento militar comarcal (a través de una disposición ó Real Decreto, en vigor desde pocos años atrás y de carácter especial, señalándose en ese talante, el origen de nuestra local denominación de especiales. Llegándose a recoger como: a los guardias, con sede en Algeciras, que ejercían tal actividad represora eran denominados Especiales ó Los Especiales).

La figura del gobernador castrense, quedó en entredicho por lo anteriormente comentado, y necesitó de que figuras tan relevantes como Emilio Santacana -citado en anteriores entregas, dada su importancia política y social en nuestra ciudad, en aquellos momentos de conflicto contra los Estados Unidos-, salieran en su defensa: "Justo es reconocer que sus atribuciones, hasta la fecha, han sido en general ejercidas con mesura". Pero la realidad, a pesar de los buenos deseos de Santacana, es que las noticias que llegan desde ultramar -y también las del permanente conflicto de Marruecos-, son filtradas, queriendo dar una imagen "no derrotista", poniendo el acento en las acciones favorables y minimizando los logros enemigos. Continua Santacana, salvando la imagen ajena: "Algeciras conserva grata memoria de varios de sus Comandantes generales, que vivamente se interesaron por su bien. Prueba patente de ello son nuestra hermosa plaza (Alta), construida bajo los auspicios del ilustre Castaños; la alameda de Cristina, que se trazó y formó con el apoyo y concurso del General Canterac, y la madrona principal de la ciudad que se construyó por iniciativa del General Monet.

En época más reciente varios generales se han señalado por su bondad y su afecto á este pueblo, muy particularmente el señor D. José Gamir y su distinguida e inteligente esposa Dña. Emilia Ulibarri (Emilia de Gamir), que supieron captarse grandes simpatías, por lo mucho que se identificaron con las necesidades y mejoras de Algeciras". Cierto lo expresado por el siempre admirado Emilio Santacana, como también era cierta la necesidad de los familiares de los soldados destacados en tan lejanas tierras, de saber la verdad de lo que realmente estaba aconteciendo. Familiares que se iban sumando, según seguían siendo llamados a filas los mozos algecireños, como: "Antonio Mena Román, José López Martínez, y el taponero, Cándido Moreno Gómez".

El momento de tristeza por el que estaba pasando nuestra ciudad, a través de los apesadumbrados familiares de los quintos algecireños destacados en Cuba y Filipinas, no fue ajeno para sensibilidades tan sobresalientes, como la del célebre escritor local José Román, quién magistralmente recogió con su pluma el trágico regreso de los repatriados: -¿Pero es que me muero doctor?. Mire V que no quiero morirme sin ver á los míos, sin ver á mi madre, sin ver á mi casa... -No te fatigues, hombre. Es el barco el que te marea; ¡cuando yo te digo que estás mejor!. No lo estaba, no. Al contrario. Desde la Manigua, arrastrándose llegó á la playa consumido por la anemia, impulsado por halagadora esperanza de cruzar el mar y llegar á España, y ver lo que él quería, sus lares, sus padres; comprendía que su mal pícaro no tenía remedio y que acabaría con él en no lejana fecha, pero no quería de ningún modo irse del mundo sin tener antes su vista sin que su retina gravara por última vez aquello que estaba tan lejos, el caserío blanco, los árboles conocidos, las casas no olvidadas nunca, los ojos de ella, de aquella que esperaba aún; no, no quería".

Prosiguiendo el texto de Román: "Por eso en mil esfuerzos incomprensibles, hizo que lo embarcaran cuánto antes, y con muchos más soldados con él, hacinados, venían dando tumbos en el vientre del vapor, que devoraba millas y millas dando tremendas zarpadas de proa á popa, á modo de saltos, sobre la cumbre de las ondulaciones del abismo. -¿Se ve la tierra, doctor, falta mucho para llegar á España?. -Mañana llegamos si el viento calma, no tengas cuidado hombre. -Ay doctor, no quiero morirme...y me muero. -¡Pero si estas mejor! Repetía el médico, queriendo llevar al ánimo del agonizante muchacho aquella mentira piadosa.-Yo...quiero levantarme, ir arriba... El doctor hombre avezado á todas esas cosas, comprendió la situación y se puso serio, impresionado hondamente, viendo la fatal terminación de aquella naturaleza destruida, luchando en imposible combate con la vida, en ansia infinita de gozar la aventura de ver su tierra y su gente... -¡Cá, quién lo remedia!, pensaba. Y al reconocerle, se descubrió con el corazón oprimido y dijo al practicante que le acompañaba. -Acaba de morir. Padre nuestro que estás en los cielos...

Poco después envuelto en la manta, hecho un fardo grotesco, era subido á la cubierta donde quería subir cuando estaba aún vivo, y allí se repitió la escena número 80 del viaje, sin más que un pequeño incidente en la maniobra. Mal atado el lingote á sus piés, ó demasiado brusca la caída, el caso fue que la cuerda se enredó en la compuerta y se rompió al ser arrojado al agua el cadáver, que cayó sin peso á los piés". Finalizando su relato, tan insigne escritor: "Con golpe seco, particularísimo, chocó en el mar. Hundiéndose y á poco rato, veía todo el mundo desde cubierta, como de una ola a otra, en la cresta de ellas, asomándose y levantándose cuanto podía, por ley fatal del destino, el fardo del soldado muerto, la cabeza arriba, parecía resistir irse al fondo y subir á lo alto, para que en uno de los saltos de las aguas ver aún, á través de las vidriosas retinas, de los ojos hundidos y cerrados, la imagen lastimosa de su madre, que guardaba su carta última de tres meses atrás".

Tras el relato de José Román, no ha de extrañar que el regreso de los soldados a su hogar algecireño, fuese comentario obligado en todas las reuniones y tertulias de la ciudad, como la que se desarrollaba entre los carreros ó trajineros, que llevaban la harina a la molinilla propiedad de José Rodríguez Linares, en la zona de Pajarete con la cañá de Los Tomates; ó, entre los trabajadores de la fábrica de curtidos de Valdés, junto al Calvario; y que decir, de los comentarios y conversaciones que se suscitaban entre los clientes de la popular casa-posada de Saavedra, situada en la calle Imperial ó Alfonso XI, esquina al Calvario. Sea como fuere, los algecireños de entonces -en una población en la que se conocía todo el mundo-, sentían como propias las alegrías y las penas de sus paisanos. Una de las funciones religiosas a la que más personas acudían, era a la novena dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, que se desarrollaba en la iglesia de la Palma; el motivo: no pocas madres habían cosido en la ropa interior de sus hijos, llamados a filas, el popular detente bala ó Sagrado Corazón, que tan famoso se hizo durante las pasadas guerras carlistas; pretendiendo hacer invisibles el cuerpo de sus respectivos seres queridos, ante las balas del enemigo, ya fuesen rebeldes ó yankées.

A la espera de una posible acción norteamericana, las fuerzas defensivas acuarteladas en nuestra ciudad, prosiguen sus habituales maniobras teniendo como escenario diferentes zonas de Algeciras: "El lunes, miércoles, viérnes y sábado de esta semana han ido de paseo militar hasta el puente del Guijo, las fuerzas francas de servicio del Regimiento Infantería de la Reina, al mando de su digno coronel señor García Mesa". Pero no todo van a ser malas noticias, un antiguo vecino, que aún tenía a su familia residiendo en Algeciras, recibió un merecido reconocimiento: "El ilustrado Capitán de Ingenieros y antiguo convecino D. Senén Maldonado, ha sido agraciado con la Cruz de María Cristina, y propuesto por el general Blanco para la Cruz Blanca del Mérito Militar. Dicho capitán que lleva tres años en Cuba, ha construido una conducción de aguas desde la Habana á Cabañas, por debajo de la bahía, á parte de otras obras de gran importancia en diferentes puntos de la Isla de Cuba". Siguiendo con el conflicto y la amenaza que se ciñe sobre las aguas del estrecho, ante una posible presencia yankée, la marina española contempla el apoyo estratégico en cada movimiento de sus barcos por estas aguas: "Ha atracado en este fondeadero, el transporte de guerra General Valdés, el cual salió para Cádiz convoyando al cañonero Águila y á la chalana Ejército".

La situación de guerra en la que se vive, ante la incertidumbre de lo que pueda acontecer, motiva el adelanto de bodas, principalmente entre los profesionales del ejército ante una posible llamada de incorporación urgente, aumentando en nuestra ciudad el número de casamientos celebrados aquel año: "El lunes último se efectuó el enlace matrimonial de la bellísima señorita María Moreno Flores, con el bizarro primer Teniente de Caballería D. Manuel Osteret y Montaner". Otro: "Anoche tuvo lugar en la Iglesia Parroquial de la Palma el casamiento de la bella señorita Rosalía García Reina, con el Teniente de Navío D. Agustín Pintado. A causa del luto de la familia de la desposada, no asistieron al acto más que las personas emparentadas con los contrayentes". Siguiente: "En la mañana del miércoles último, se celebró en la capilla de Nuestra Señora de Europa, el enlace del ilustrado Capitán de Ingenieros D. Miguel Cardona y Juliá, con la bellísima señorita Constantina Rocafort y Ramos". Por último: "A las nueve de la noche del jueves último, se celebró en la casa de D. Antonio García Martínez, el casamiento de su bella y simpática hija Francisca, con el joven D. Juan Guadalupe Sánchez.

Bendijo la unión el cura Castrense D. Argimiro Nieto -en espera de destino-, asistiendo infinidad de amigos de las familias de ambos contrayentes, los cuales fueron muy atendidos y obsequiados, sirviéndose abundantes dulces y vinos de las marcas más acreditadas". Al mismo tiempo que los militares de carrera contraían matrimonio ó actuaban ante un destino incierto, los solemnes actos religiosos seguían sucediéndose: "Siguen celebrándose estas noches en la iglesia parroquial de la Caridad, con extraordinaria concurrencia de fieles, la solemne Novena de Ánimas". También y por aquellos días, y en previsión de posibles acontecimientos dado el estado de alerta en el que vive la zona, fueron llamados para que se incorporasen urgentemente a su destino los señores: "El Teniente Coronel del Regimiento de Infantería de la Reina, de guarnición en esta plaza, y que se encontraba en visita privada en Antequera y el Comandante de artillería de este Parque D. Isidoro Carpentier". Mientras la tensión y el conflicto se mantienen en ultramar, los partidos políticos se señalan unos a otros como culpables de lo sucedido.

La clase política seguía buscando un chivo expiatorio (el mejor amigo del hombre, y no el perro), sobre el que cargar la culpa histórica; y llega el vapor "Montserrat", para dar un golpe de autentico realismo a la situación de España y de sus colonias: "En la mañana del miércoles, comenzó el lúgubre desfile que nos envía la isla de Cuba que hemos perdido después de tantos sacrificios: cuando veíamos los espectros que el "Montserrat", ha depositado en nuestra playas, sentíamos un verdadero estremecimiento de horror, porque no podía imaginarse nada más triste ni más lúgubre. Fué el resultado de una serie de incomprensibles errores"; pero los errores de Estado había que evitar airearlos: "El rigor de la censura no nos permite ocuparnos de la situación presente de esta desgraciada España". La consigna era clara: prohibida la desmotivación y alentar el espíritu patriótico; había que dar al exterior "otra" impresión. Aún quedaba por librar la batalla diplomática; pero esa, es...otra historia.

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