Parece que se le tuercen las cosas a Pedro Sánchez, que Puigdemont quiere ir más lejos de lo que puede ir el presidente y las instituciones judiciales europeas vigilan atentamente las negociaciones y también lo que ocurre en la Audiencia Nacional. El juez García Castellón encuentra conexiones entre Puigdemont y Tsunami Democràtic, al que se le atribuyen actividades que son consideradas terroristas. Parece por tanto que se le tuercen las cosas a Pedro Sánchez … a no ser que estemos ante una nueva representación teatral.

Donde no hay teatro es en las filas socialistas españolas. En las alturas es evidente el fanatismo con el que se acepta todo lo que sugiere o decide Pedro Sánchez, pero entre los votantes la cosa cambia. En julio aún se le podía votar porque así se impedía un gobierno PP-Vox, partido maldito al que los estrategas de Moncloa presentaban en pie de igualdad con el PP. Pero cantidad de socialistas han perdido ya el complejo de la lealtad mal entendida. La noticia de que el gemelo de Page ha pedido la baja como militante hace daño en Ferraz y en Moncloa, porque a nadie se le escapa que el hermano Emiliano haría lo que el hermano Javier si no fuera por su compromiso de gobierno con los manchegos.

Colaboradores de Sánchez siguen diciendo que habrá acuerdo con Puigdemont, que es cuestión de tiempo, pero se les nota la inquietud, la falta de confianza en el ex president. Un personaje que, al contrario que Sánchez, cumple lo que dice y no es imposible que en el último minuto se empeñe en exigir que la celebración del referéndum se incluya en el pacto de gobierno. Con fecha. Puigdemont además está indignado con la imputación del juez Castellón por posibles conexiones con Tsunami Democràtic, un grupo acusado de actividades terroristas. Palabras mayores, podrían intervenir los órganos judiciales de la UE, desde el Tribunal Europeo a la propia comisaría.

Y más disgustos para Sánchez: se las prometía muy felices presidiendo el congreso de la Internacional Socialista en Málaga. Aunque es una organización que sirve para poco, creía que ese congreso le permitiría salvar la cara ante las veladas críticas de sus colegas europeos por no haber dedicado suficiente esfuerzo a la presidencia de turno. Pero se ha quedado sin un personaje clave para él, el presidente de Gobierno de Portugal. Antonio Costa ha dimitido de forma irrevocable cuando se le ha abierto un procedimiento judicial por presunta corrupción, alegando que la dignidad no es compatible con la sombra de sospecha.

Que tome nota el presidente español: la dignidad personal es más importante que aceptar lo inaceptable para mantenerse en el Gobierno

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