España inacabada

El régimen emanado del 14 de abril de 1931 trajo muchas más desgracias que parabienes

A pesar de su antigüedad, España parece un Estado inconcluso. Quizás no tanto como Bélgica, con comunidades que no se soportan por razones ligadas al galimatías lingüístico -tres lenguas y varios dialectos conviviendo en poco espacio- y, más que nada, como consecuencia de la actitud de una población fragmentada en nacionalismos territoriales: la intransigencia característica de los nacionalismos, hace inhabitable el espacio compartido. En España sucede algo así, pero moderado por una menor agresividad social y por la fuerte e ineludible presencia generalizada del castellano, una de las pocas lenguas universales que hay en el mundo.

Unos cuantos detalles caracterizan la debilidad de la cohesión social de los españoles. Sobre todo, la nula identificación de muchos con los símbolos del Estado y la falta de autoridad de los dirigentes políticos para hacer cumplir la ley. Es inconcebible, por ejemplo, que en determinadas zonas del Estado se conculque el derecho a conocer la lengua común de los españoles. Como lo es también la falta de respeto a la Constitución y la vulneración del principio de obligado cumplimiento de las leyes. No debiera tolerarse que un grupo formado por individuos sujetos a las obligaciones derivadas de su cargo, como tal o en particular, pueda proclamar su no reconocimiento al rey o a los tribunales de justicia.

Estos días, algunos alcaldes y personas con sueldos públicos, han celebrado la proclamación de la Segunda República y exhibido algunos de sus símbolos mientras ignoran o, lo que es peor, desprecian o maltratan los del Estado. Se trata de un atentado contra la democracia por comisión de una falta grave de respeto al sistema y a sus normas. Lo que debiera implicar la suspensión de empleo y sueldo de sus actores. Les convendría saber a éstos, por otra parte, que la bandera de la Segunda República no es una bandera republicana (no lo fue de la Primera), sino la adoptada por los golpistas que la proclamaron el día 14 de abril de 1931. Por error, por cierto: se fijaron en el rojo carmesí de Castilla degradado en morado por el tiempo. El régimen emanado del golpe, invisibilizado por unas elecciones municipales, trajo muchas más desgracias que parabienes y preparó el terreno para que gran parte de la población se propusiera acabar por la fuerza, al no poder hacerlo de otro modo, con una clase política y unos gobernantes manifiestamente incapaces, por muy legítimos que fueran.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios