Don Benito en Madrid

Me alegró saber que el popularísimo Don Benito, de la plaza de Armas, iba a repetirse en Madrid

Suelo visitar San Roque en la buena compañía de Paco García, de la saga de los García-Trevijano. Paco fue concejal de Urbanismo y un hermano suyo alcalde de la ciudad cuando los regidores tenían conciencia de lo que ese enclave significa en la historia de la Comarca. Conciencia y dignidad, pues si bien aquella tiene que ver con el conocimiento y la asunción del devenir, ésta es la causa sine qua non para tener el coraje que hay que tener y para hacerse respetar siendo lo que se es. Mucho se echa en falta en nuestros días lo uno y lo otro. San Roque es la ciudad depositaria de nuestras esencias por cuanto fueron las víctimas de la pérfida Albión, las que decidieron, empezando el siglo XVIII, depositar la señal que nos reconvirtió en el Campo que alberga la memoria de por qué somos lo que somos y de por qué nos convertimos en lo que nos convertimos.

Paco es también un sabio conocedor de los pormenores de su pueblo y de algunos de esos acontecimientos que tanto nos hacen sufrir y que tanta vergüenza ajena nos producen. Su madre, doña Basilia Sánchez, fue una de esas benefactoras de las que se habla siempre en presente por más que se sitúe la referencia en el pasado. Pues bien, fue doña Basilia, como ya he dicho en otras ocasiones, la que donó los terrenos sobre los que se edificó la iglesia de la Estación de San Roque, consagrada a Bernard de Fontaine o Bernardo de Claraval, el monje cisterciense, doctor de la iglesia, que es patrón de la comarca por haberse producido en su día, el 20 de agosto, y en el año 1462, la reconquista de Gibraltar para la cristiandad. Me alegró saber, cuando lo supe, que por iniciativa de Rodrigo Isorni, el popularísimo Don Benito, de la plaza de Armas, iba a repetirse en el corazón de Madrid. A Paco García se debe que su madre, Flor, y su tío Benito, franceses de origen, se establecieran en San Roque cuando se planteaban en Marbella hacerlo por estos pagos. El nuevo Don Benito madrileño ha abierto un espléndido “bar de tapas”, actualizando ese estilo tan nuestro de comer tapeando, en el número 8 de la calle Eloy Gonzalo, a pocos metros de la glorieta de Quevedo y del tramo más frecuentado de la calle Fuencarral, el que va desde aquella a la de Bilbao. Ahí se cruza, camino de la Gran Vía, con la calle Luchana y con los antiguos bulevares, en el trecho Sagasta-Carranza, desde donde se extiende el barrio de Malasaña, santo y seña de la histórica “movida madrileña”.

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