Quiero dedicar este espacio de hoy a dos jóvenes. No sé sus nombres, desconozco su edad. Parecen jóvenes, quizás estén incluidos en esa generación llamada Millenials. O quizás solo estén sobreviviendo a esta mala racha de salarios de mierda y jornadas interminables. Pero quiero dejar constancia de su existencia por su amabilidad, por esa energía que transmiten cuando están atendiendo al público. Uno lo hace en una cadena de supermercados y otro en un negocio familiar de pollos asados y demás comidas veraniegas para llevar. Les doy las gracias por las bonitas palabras que dedican a sus clientes, entre los que afortunadamente me encuentro. Por desear que tengamos un buen día. Por las palabras de cariño, por sus piropos, por sus gestos educados. Por salir adelante sin quejarse. Que aprendan otros con más sueldo y menos educación.

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