Feria de Algeciras

Vega, dos orejas de valor y firmeza

  • El diestro de la comarca cuaja una gran faena con temple y de mano baja a un toro exigente de Fuenteymbro. Galván, una oreja y Barberán desaprovecha su alternativa con un buen lote

GANADERÍA: Seis toros de Fuenteymbro, bien presentados, de buen juego en líneas generales. El cuarto con peligro. El quinto con genio. El primero y sexto, buenos. El TOREROS: Salvador Vega, dos orejas y ovación. David Galván, oreja y ovación; Salvador Barberán, palmas y división de opiniones. Incidencias: Plaza Monumental de Las Palomas. Un cuarto de plaza. El diestro Salvador Barberán tomó la alternativa con el toro Hechizo, número 35 y con 478 kilos de peso. Saludaron Víctor Nieto y buena brega de Salvador Jiménez.

La tarde tuvo tres protagonistas claros, un Salvador Vega firme, con temple, con cabeza y corazón; un David Galván con pundonor, esperanzador y que ilusiona, y el ganadero Ricardo Gallardo que lidió un encierro, quitando el peligroso cuarto, con emoción, casta y que pidió el carné a los toreros. Las verónicas con el capote tuvieron esencia y temple y ganando terrenos a un toro que salió con genio y que empujó en el caballo con fijeza. Vega se dio cuenta y lo brindó al público. Un toro agradecido pero con mucho que torear. Vega ofreció una gran dimensión de torero de temple y bragueta, de torero con mando y de mano baja en los muletazos, de torero con pundonor y cabeza despejada, de torero con actitud de ganador y de calidad en los remates. Fue el verdadero Vega, pero con el barniz de torero que echó la pata palante en una tarde donde el triunfo no se le podía escapar. Sabía que la dos orejas había que cortalas de un toro exigente, con el que había que estar despierto. Un toro de esos que te dan alas para continuar y conseguir soñando en llegar a la tierra prometida de las grandes ferias.

Y los detalles abelmontados con la izquierda, con naturales con profundidad y hondura y trincherazos a compás. Gran faena o faenón en toda regla, ya cada uno que lo llame como quiera y que rubricó con estoconazo y dos orejas. Dimensión de torero grande la de Vega.

El cuarto de nombre Leyenda fue un marrajo. Un peligro en su mirada. Que midió a Vega durante toda la faena hasta que lo cogió y le pegó una fea voletereta. Corazones encogidos en Las Palomas, pero todo quedó en un susto. Vega sacó raza y no se dejó ganar la pelea. Le pudo al de Fuenteymbro a pesar de que la faena tuvo tintes de lidia más que de belleza. De nuevo firme Vega, estocada arriba y ovación de los aficionados que supieron ver el esfuerzo y las malas ideas del toro.

David Galván meció el capote con temple y la suavidad propia de los toreros elegidos. Cómo compone la figura este torero. Galván cuajó una faena en la distancia corta a un toro exigente. Una faena con momentos de calidad por el derecho y con muletazos muy despacio. Y es que Galván tiene la virtud de hacer fácil lo difícil. Incluso hubo dos momentos en los que toreó para él y se abandonó tanto que llegaron dos inoportunos desarmes. El ritmo de la faena bajó. Una pena. Las manoletinas del final provocaron que se pasara de faena y que el de Fuenteymbro se pusiera complicado para entrar a matar. Pinchazo y estocada. Oreja merecida.

El quinto fue otro toro exigente, de emociones fuertes de los que había que tirar la moneda. Ahora entiendo porque las figuras no quieren matar esta ganadería. Galván estuvo bien, pero se notó que el de Fuenteymbro lo coge el torero de La Isla más toreado y le forma un lío. Algo normal, sólo lleva cuatro corridas de toros. Pero Galván hace lo más difícil, limó las asperezas del toro y luego a mitad de faena cuando se podía haber roto con él todo se esfumó. Qué coraje. Pero el año que viene no se le escapa un toro como éste. Varios pinchazos le alejaron de la oreja y de la Puerta de Feria.

El algecireño Salvador Barberán tomó la alternativa y el sueño de salir triunfando de su plaza se convirtió en una pesadilla. Ovación cariñosa en el toro de su doctorado, un toro noble y con embestida suave. El toro propio para una alternativa y decir yo quiero ser torero. Pero se vio a un torero desconfiado, sin ambición y lo peor de todo, sin alma. Nunca se apretó los machos. Valor sin valer, sabor sin saber.

El sexto le desbordó. Un toro de triunfo, para desorejarlo y haber salido con fuerza de su tarde soñada. Un toro que no se comía a nadie, pero que Barberán no supo entender. Siempre pendiente del callejón y de los cuatro asesores que tuvo.

Como si de una figura se tratara tiró por la calle de enmedio y ordenó a su banderillero que le cerrara el toro. El público mostró su enfado y le pitó. Nada de disposición. Ayer no fue el Barberán que ilusionó con su expresión a cierto sector de la afición hace algún tiempo. Dejó escapar la oportunidad.

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