Campo de Gibraltar

La historia más meridional de Europa

  • La Isla de las Palomas sufre un claro abandono desde 2001

  • Las cuevas rupestres soportan vandalismo y solo su uso milenario ha salvado al castillo de Guzmán el Bueno

Un castillo con más de un milenio en uso, casi un centenar de fortines construidos durante la Segunda Guerra Mundial a lo largo de la costa tarifeña. Cuevas rupestres y el mayor tesoro del parque natural del Estrecho: la Isla de las Palomas. Comenzamos una serie de artículos en los que analizaremos el estado actual de los principales vestigios culturales que reflejan la huella de la Historia en el Campo de Gibraltar. Primera parada en el camino: Tarifa.

La Asociación Tarifeña de Defesa del Patrimonio Cultural Mellaria elaboró en junio de 2015 un informe sobre el estado en el que se encuentran los numerosos restos históricos situados en la Isla de las Palomas y que representan, a su juicio,uno de los valores más importantes situados en los límites del parque natural del Estrecho. Los miembros de Mellaria sostienen que la isla atesora construcciones de muy diversa antigüedad, desde hipogeos fenicios, pasando por la torre almenara del siglo XVI, hasta llegar a las construcciones artilleras de los siglos XVIII y XIX. "Si bien durante la permanencia de las fuerzas militares en la Isla de las Palomas estos monumentos se mantuvieron y conservaron, la salida del cuerpo de Artillería de Costa de las instalaciones en el año 2001 dejó abandonada y al capricho destructivo de un medio natural agresivo y a la barbarie antrópica un entorno de un valor insuperable", detalla el informe.

En su opinión, los diferentes directores del parque del Estrecho no han sabido valorar su patrimonio cultural y esto no ha hecho más que agudizar el "maltrato" a los monumentos de la isla. Esto ha producido, según Mellaria, un deterioro acelerado y en algunos casos irrecuperable de sus bienes monumentales.

Es el caso del derrumbe del palomar militar o la mitad del antiguo pabellón de oficiales; el desplome de las cubiertas de los búnkeres y nidos de ametralladoras; o la pérdida de mortero de unión entre sillares del muro aspillerado que cierra la gola de una de las baterías semicirculares construidas hacia 1820.

La delegación provincial de Cultura ha señalado que la Junta de Andalucía está trabajando en el proceso de catalogación de los elementos declarados como bienes de interés y que, por tanto, están en trámite de resolución.

Una de las principales características que acompañan al castillo de Guzmán el Bueno, construido en el siglo X, es que ha estado en uso continuo más de un milenio. Es, en opinión del arquitecto Pedro Gurriarán, el castillo español que más tiempo ha estado en uso. Esto ha propiciado su buen estado de conservación, aunque no siempre con las soluciones más adecuadas desde el punto de vista de la conservación.

Desde que su construcción fuese ordenada por Abderramán III, el castillo fue creciendo. "Al principio solo fue un edificio cuadrangular con sus torres y su puesto principal. En la Edad Media se unieron unas defensas más fuertes y más complejas con una barbacana exterior, y a finales del siglo XV pasó de ser fortaleza a residencia, lo que motivó la inclusión de los actuales pabellones", explica Gurriarán.

Ya por el siglo XVII empezó a destacar como punto de alto valor estratégico para el control del Estrecho y así permaneció hasta el año 1989 cuando pasó a titularidad del municipio de Tarifa.

El castillo de Guzmán el Bueno se ha visto beneficiado en la última década por un programa de reparaciones que ha resuelto sus daños principales.

"Ya tenemos allí un museo pero el recinto es muy grande y aún quedan algunos problemas por resolver. El principal de ellos el que afecta a las sillerías y mamposterías que han perdido el mortero que los une. Las fábricas están desprotegidas y cuando llueve afecta al interior ya que las uniones están muy expuestas a la humedad", explica el arquitecto, quien advierte también del posible desprendimiento de una de las torres del frente sur.

La costa tarifeña alberga casi un centenar de fortines. El estado de conservación de cada uno de ellos es dispar dependiendo de la calidad de los materiales con los que fueron hechos. La mayoría de ellos fueron levantados en el período entre 1939 y 1945, coincidiendo con el final de la guerra civil española y el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Ángel Sáez, director del Instituto de Estudios Campogibraltareños (IECG), relata que la idea de construir estas estructuras surgió cuando el espionaje del Gobierno franquista levantó sospechas acerca de una posible invasión de las tropas inglesas y francesas en respuesta a la más que consabida intención del general Franco de aliarse con el bando de Hitler y Mussolini. "Las sospechas eran totalmente infundadas pero el gobierno franquista terminó destinando ingentes recursos económicos a esta tarea y recurrió a los presos republicanos para la construcción de los casi 600 fortines de la costa gaditana", explica.

Los fortines fueron construidos a imagen y semejanza de los que fueron preparados por los checos para defenderse de Alemania. Nunca fueron utilizados para labores defensivas y enseguida quedaron obsoletos. Pese a todo, estuvieron en uso hasta la década de los 50 y a partir de ahí fueron abandonados paulatinamente, quedando integrados en el paisaje aunque poco valorados por la ciudadanía en general.

Sin embargo, su valor radica, según Sáez, en que son elementos que explican un trozo de la historia reciente de España. "Cualquier elemento defensivo que sirva para explicar o difundir nuestra historia tiene valor patrimonial e histórico. De hecho, este tipo de estructuras son cada vez más un reclamo para un tipo de turismo muy determinado que está en pleno auge. Deben ser gestionados, difundidos y protegidos", señala.

La protección que reclama el director del IECG no termina de llegar y la Junta de Andalucía aún no los tiene incluidos en el Catálogo General de Patrimonio Histórico de Andalucía. "La Junta no ha hecho esta tarea por simple torpeza y por incapacidad burocrática", señaló Sáez.

El Campo de Gibraltar alberga uno de los focos más importantes de abrigos con manifestaciones gráficas prehistóricas de toda Andalucía. Ocho de estas cavidades incluyen motivos adscritos al período del Paleolítico Superior y dos de ellas están localizadas en Tarifa. La Cueva del Moro, considerada el santuario paleolítico más meridional de Europa, y la cueva de Palomas I, conviven con abrigos caracterizados por la singularidad de sus motivos -Cueva de las Palomas I, Cueva del Sol, Cueva de los Alemanes y Atlanterra-, fechados en el periodo postpaleolítico.

Tres son los conjuntos rupestres más amenazados dentro del término municipal de Tarifa. El primero de ellos es La Cueva del Barranco del Arca, ubicada en la loma de San Bartolomé. Declarada Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1985, contiene diez figuras pertenecientes al Arte Esquemático que están en un pésimo estado de conservación. El fácil acceso al abrigo lo hace susceptible de sufrir ataques vandálicos. A esta acción se suma su aparición en redes sociales como zona de escalada.

La cueva rupestre de Atlanterra es otro de los espacios en peligro. Situada en la Sierra de Plata, incluye motivos pictóricos con diferentes tonalidades y superposiciones, en los que se observan más de un centenar. La presión urbanística a la que se ve sometida es su principal amenaza. El fácil acceso favorece las visitas incontroladas, y ya en el año 2005 se instaló un vallado que se ha mostrado ineficaz para frenar el vandalismo.

El conjunto de cuevas de las Palomas están localizados en la Sierra del Pedregoso. Cuentan con la protección de la figura jurídica de Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1985. Los cuatro enclaves de este conjunto han sufrido daños antrópicos en forma de pintadas o raspaduras.

Los técnicos de la delegación territorial de Cultura señalan que la fragilidad y vulnerabilidad del arte rupestre derivan de su propia naturaleza. Los abrigos suelen estar sometidos a la acción agresiva de los agentes atmosféricos y biológicos de manera constante y hasta el momento, según la Junta, no se ha planteado proceder a algún tipo de protección frente al bioclima, es decir alterar las condiciones ambientales.

Ante este problema la administración se cuestiona la implantación de medidas de seguridad a través de distintas soluciones como la instalación de vallados (de dudosa eficacia) o la colocación de rejas, puesto en duda por numerosos especialistas en arte rupestre, dada la agresión que supone a la roca, además del impacto visual y paisajístico. Algunas de estas rejas han sido colocadas en las cuevas del Moro, los Alemanes y Atlanterra, abrigos sobre los que también se ha actuado para eliminar graffitis, arañazos o pintadas.

Es una de las menos conocidas, pero no por ello menos valorada. La Torre del Rayo, localizada en la zona de Puertollano, es un edificio medieval de la época de la Reconquista. Nunca ha sido excavada por lo que los historiadores solo han tenido la oportunidad de conocerla realizando comparativas tipológicas con otros elementos similares. "Este es un edificio cristiano que se construyó a finales de la Edad Media para alojar a quienes en ese momento tenían como objetivo la repoblación del ámbito rural. Es muy similar a la Torre de Botafuegos del Monte de la Torre, aunque ésta se encuentra en perfecto estado de conservación", explicó Ángel Sáez, director del Instituto de Estudios Campogibraltareños (IECG).

La Torre del Rayo está arrasada en su primera planta cuando se presupone que era un edificio de dos plantas con azotea. "Está en franco deterioro, un proceso irreversible de ruina absoluta", añadió Sáez. La torre es propiedad del Ayuntamiento de Tarifa junto a particulares, y son ellos los obligados a conservarla.

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