CAMPO CHICO

La Segunda Guerra Mundial y la obra de Alfonso Escuadra

Reflectores surcan el cielo nocturno durante un simulacro de ataque aéreo en Gibraltar en 1942.

Reflectores surcan el cielo nocturno durante un simulacro de ataque aéreo en Gibraltar en 1942.

Gibraltar no es tanto el nombre de un contencioso cuanto el de una pesadilla. La pretensión de España de recuperar el territorio usurpado, fue una cuestión de Estado para todas las sensibilidades políticas hasta que un ministro del primer Gobierno Rodríguez Zapatero rompió el molde al dictado de su superior en la jerarquía y puso en marcha un proceso que, ya desde sus inicios, supuso, de hecho, el reconocimiento del lobby político de la colonia como interlocutor válido.

Es de advertir, no obstante, que Felipe V firmó con fecha 30 de noviembre de 1716, el nombramiento de Francisco García Cavallero, como cónsul (el primero) de España en Gibraltar, lo que no deja de ser un error diplomático, de los más señalados entre los cometidos por el Gobierno de España, a lo largo de los más de tres siglos que separan la toma fraudulenta de Gibraltar, de nuestros días.

La cesión a perpetuidad con reservas, del dominio, que no de la soberanía, de Gibraltar fue el precio que en 1713, pagó el monarca por ser reconocido Rey de España por sus adversarios; era lo exigido por Inglaterra y sus aliados, que apoyaban al aspirante Carlos de Austria. El consulado se cerró el 30 de abril de 1954, estuvo pues abierto algo más de 237 años. No obstante, los conflictos bélicos que se produjeron a lo largo de una buena parte del siglo XVIII, interrumpieron la actividad consular por espacio de más de seis décadas, desde 1727, a raíz del segundo asedio llevado a cabo por España, hasta poco antes de terminar el siglo.

El asalto a la plaza lo fue en nombre del rey de España, pero esa rara habilidad que poseen los ingleses para pervertir la óptica de los acontecimientos, convirtió el desembarco en una conquista del Imperio. Enseguida adoptó un carácter militar que sería progresivamente enmascarado a modo, primero, de una colonia sensu stricto, como lo hace la Enciclopedia Británica en su versión de los setenta, y después con un eufemístico territorio de ultramar, como se hace hoy en los círculos británicos, a pesar de que las Naciones Unidas mantienen a Gibraltar entre los territorios pendientes de ser descolonizados.

El primer día del mes de agosto de 1704 se situaba frente al Peñón, la flota aliada formada por 61 buques armados con 4.000 piezas de artillería pesada, 25.000 marineros y 9.000 infantes de marina. El gobernador de Gibraltar, Diego Salinas, disponía de algo más de 400 soldados y 100 cañones. El príncipe Jorge de Hesse-Damstadt, representante personal del archiduque Carlos, desembarcó al norte, en el istmo, y conminó al gobernador a la entrega de la plaza. A la callada por respuesta, los aliados abrieron fuego hasta la capitulación, el día 4, y la salida de las autoridades y de la mayor parte de la población, de entre cuatro y cinco mil habitantes. Acto seguido, el almirante Rooke izó la bandera británica y tomo posesión de la plaza en nombre de la reina Ana de Inglaterra.

'The Siege and Relief of Gibraltar', 1728 (John Singleton Copley). 'The Siege and Relief of Gibraltar', 1728  (John Singleton Copley).

'The Siege and Relief of Gibraltar', 1728 (John Singleton Copley).

Los partidarios de la candidatura borbónica reaccionaron enseguida. Se formó una flota hispano-francesa al mando del joven Borbón, conde de Toulouse, que se encontró con los aliados anglo-holandeses procedentes de Gibraltar, a la altura de la playa de la Caleta de Vélez, en Málaga. En la batalla naval hubo muchos destrozos y bajas, pero acabo sin dejar claro quiénes fueron los vencedores y quiénes los vencidos. No obstante, sería una batalla que trascendería a sus motivaciones. Entre los españoles estaba el guardiamarina de quince años, Blas de Lezo Olavarrieta, guipuzcoano de Pasajes, que casi cuatro décadas después, en 1741, el día 20 de abril, para ser preciso, frustraría por completo el ataque que la flota británica perpetró a la plaza española de Cartagena de Indias, en la actual Colombia.

Cartagena era un punto estratégico del tráfico comercial con América. Dicen los historiadores que Inglaterra movilizó la mayor fuerza naval conocida hasta entonces, 168 buques y 27.600 hombres. El almirante inglés, Vernon, encargó, seguro de obtener una victoria aplastante, una colección de monedas conmemorativas de la supuesta victoria. A lo largo de dos meses, entre el 13 de marzo y el 20 de mayo de 1741, con una estrategia fuera de lo común, Lezo desconcertó a los atacantes modificando la localización de las cureñas de los cañones y la posición de los asentamientos defensivos, y cambiando el aspecto de los accesos a la costa. Cavando fosos al pie de las murallas, modificó su altura provocando la insuficiencia de las escaleras usadas por los ingleses para el asalto. Al fracaso estrepitoso de éstos siguió una desbandada vergonzosa. La Enciclopedia Británica no sabe ni contesta cuando se trata de ver qué dice del suceso, una de las peores derrotas de la Marina británica.

Detalle del Peñón de Gibraltar. Detalle del Peñón de Gibraltar.

Detalle del Peñón de Gibraltar. / Nono Rico

Un punto de resignación ha dominado la política española, desde la reactivación del consulado hasta su clausura definitiva en 1954, obedeciendo al consejo del último de sus cónsules, Ángel de la Mora. Romero Bartumeus, que ha estudiado con rigor la historia de esta singular institución, cuenta los interesantes pormenores del proceso, ligado, como es habitual, a una visita real, en este caso de la mismísima Isabel II.

Opina Romero, yo creo que con mucho acierto, que fue “la primera de una serie de medidas conducentes a reivindicar de forma clara y contundente la soberanía sobre ese territorio y el rechazo a la ocupación británica”. De acuerdo con él, en efecto, puede considerarse que ahí empieza a recorrerse un camino que culmina en el cierre de la verja en 1969, decisión que, yo añadiría, supuso la activación de un plan de desarrollo que abriría el horizonte al Campo de Gibraltar. Tanto es así, que a poco se crea una novena provincia en Andalucía agrupando unos cuantos términos municipales de las provincias de Cádiz y Málaga; pero esa es otra historia.

Nuevo libro del historiador linense

No tardará ya mucho en publicarse el nuevo libro del historiador linense Alfonso Escuadra, un apasionante relato del singular combate que, teniendo como escenario la Bahía de Algeciras, entabló la Marina italiana contra la poderosa Armada británica.

Los italianos de la Decima causaron muchas pérdidas a la Marina británica en su reducto gibraltareño. Los lectores de Europa Sur han podido disfrutar de su contenido a lo largo de un año más o menos; entre los meses de julio de 2022 y 2023. Los textos ordenados quedan recogidos ahora en el libro, de aparición inmediata: Sufficit Animus, cuya traducción podría ser “el ánimo es suficiente” o como traduce el autor: “basta el espíritu”. La máxima latina era el lema otorgado por la Marina Militare italiana, a la corbeta Licio Visintini. Con ello, sin duda que querían expresar el estado de ánimo de unos jóvenes dispuestos a arriesgar sus vidas por lo que creían justo y conveniente para su patria.

El escritor Alfonso Escuadra durante la entrevista concedida a Europa Sur en su domicilio. El escritor Alfonso Escuadra durante la entrevista concedida a Europa Sur en su domicilio.

El escritor Alfonso Escuadra durante la entrevista concedida a Europa Sur en su domicilio. / Erasmo Fenoy

Hace unos cuantos años ya, en 1997, Escuadra publicó A la sombra de la Roca, quizás la más relevante aproximación histórica al alcance, del escenario que fue el Campo de Gibraltar para la Segunda Guerra Mundial. En uno de los prólogos, el recordado archivero linense, Francisco Tornay de Cózar, escribe: “El trabajo de Alfonso Escuadra aporta por primera vez una visión completa y detallada de las operaciones militares planeadas o llevadas a cabo contra Gibraltar”.

Tras el ataque a Mazalquivir, al noroeste de Orán, en Argelia, perpetrado por la Marina británica contra la flota francesa, el Gobierno de Vichy del mariscal Pétain, de la Francia ocupada por la Alemania nazi, bombardeó, el 18 de julio de 1940, Gibraltar, en un hecho insólito si se tiene en cuenta que una gran parte de los franceses combatían junto a los aliados y contra Hitler. De modo que la comarca se vio agitada por unos acontecimientos ligados a la presencia colonial y en los que no tenía, de iure, ni arte ni parte.

La obra de Escuadra, en sentido amplio, que cristaliza, en lo que a la comarca respecta, en la monumental Objetivo Gibraltar, prologada por Ángel Liberal y publicada hace dos años, nos permite conocer aspectos que nos pasan desapercibidos sobre nuestra historia cercana. Los habitantes del Campo de Gibraltar apenas si sintieron, venganzas y represiones aparte, en términos de proximidad, la tragedia de nuestra guerra civil pero, a cambio, gracias a la presencia de la colonia británica, percibieron lo que estaba pasando en Europa. Todavía en la posguerra, el trasiego de espías de todos los signos, parecía haber dejado una sutil huella en el ambiente, especialmente en los altos de Pelayo donde las vistas del Estrecho añadían a su impresionante belleza, la interesada visión de los que estaban allí para ver quién pasaba y cuando lo hacía, entre el Atlas marroquí y el puerto del Bujeo.

Produce no poca estupefacción ver cómo lugares comunes que hemos compartido por nascencia o vivencias tuvieran en algún momento, una gran importancia estratégica en un conflicto en el que España no participó por poco, pero que sintió en sus entrañas a causa de ese anacronismo de Gibraltar que, como sugería al principio, es no ya una china en el zapato, sino sobre todo una pesada mochila colgada en las espaldas de la comarca.

En la azotea del número 25 de la calle Jerez, donde en los años sesenta y setenta estuvo Radio Algeciras, se instaló un observatorio al servicio de un comando italiano, misionado para atentar contra los buques de guerra ingleses atracados en el puerto de Gibraltar. Esa calle se llama hoy Ruiz Tagle en memoria de Manuel Ruiz-Tagle y Paul, gaditano que fue diputado en Cortes por Algeciras (1876-1877) y senador vitalicio en dos periodos, antes y después del Sexenio Democrático (1868-1874).

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