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Cuáles son los síntomas finales del Párkinson

Cuáles son los síntomas finales del Párkinson

Cuáles son los síntomas finales del Párkinson

Una voz más suave que se apaga, ya no tiene equilibrio y le cuesta coordinar los movimientos, a veces está tan rígido que le cuesta moverse y cuando lo hace, necesita ayuda. Son entre otros los síntomas de la fase cuatro de una persona que padece Párkinson, un trastorno neurodegenerativo progresivo que perjudica al sistema nervioso central y en sus fases terminales tiene, entre otros, estos síntomas.

Todavía queda una última fase, en la que se produce un deterioro significativo en el paciente que tiene un impacto en su calidad de vida, un viaje solo de ida. Uno de los aspectos más desgarradores de la fase final del Párkinson es el deterioro emocional. Los pacientes a menudo experimentan una serie de emociones entre las que se encuentra una profunda frustración por la incapacidad física, produciendo ansiedad y miedo.

La conciencia de la pérdida progresiva de la autonomía y la capacidad de llevar a cabo actividades cotidianas puede generar una sensación de impotencia abrumadora. La depresión es común en esta etapa, ya que los pacientes luchan por aceptar los cambios físicos y emocionales que están llegando a su vida y que no tienen pensamiento de irse. 

En España, el Párkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa con más diagnósticos después del Alzheimer. Según la Sociedad Española de Neurología (SEN), hay 150.000 personas afectadas por esta enfermedad en nuestro país y anualmente se detectan 10.000 nuevos casos.

El 70% de estos diagnósticos se produce en personas mayores de 65 años, pero la enfermedad puede aparecer en rangos inferiores de edad. De hecho, el 15% de los casos se diagnostica en personas menores de 50 años. En este sentido, la SEN estima que los casos de Párkinson en España se duplicarán en veinte años y se triplicarán en 2050.  

Qué experimenta un paciente de Párkinson en su fase terminal

En términos de síntomas físicos, la fase final del Párkinson presenta una mayor intensidad en la rigidez muscular, temblores y bradicinesia (movimientos lentos), lo que dificulta enormemente la movilidad del paciente. El equilibrio cada vez es más difícil y se producen más caídas y lesiones. La fatiga extrema es otro síntoma frecuente con el que el paciente se queda sin energía, ni motivación para participar en actividades diarias.

Uno de los aspectos más dolorosos de la fase final del Párkinson es el desarrollo de la disfunción cognitiva. La demencia relacionada con esta enfermedad se manifiesta en forma de pérdida de memoria y afecta a la capacidad de pensamiento y a la de toma de decisiones. Esto supone una dificultad añadida, tanto para el paciente como para sus cuidadores, ya que las interacciones y la comunicación se vuelve cada vez más difícil.

La disfagia o dificultad para tragar es otro síntoma común en esta etapa de la enfermedad, ocasionando problemas de alimentación y nutrición, aumentando el riesgo de desnutrición y deshidratación. Además, hay mayor riesgo de aspiración, lo que puede derivar en infecciones pulmonares graves.

Pérdida de control de la vejiga y dolor constante

La pérdida del control de la vejiga y del intestino también es frecuente en la fase final del Párkinson, lo que puede ser embarazoso y frustrante para el paciente. Estos síntomas, junto con la disminución de la movilidad y la fatiga, a veces genera vergüenza en el paciente y una baja autoestima.

El dolor, tanto físico como emocional, es una compañía constante en la fase final del Párkinson. El dolor muscular y articular deja débil a la persona, mientras que el sufrimiento emocional derivado de la conciencia de la propia mortalidad y la pérdida de independencia es agobiante.

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