La miopía es una condición que afecta a la visión a larga distancia, haciendo que los objetos lejanos se vean borrosos mientras que los cercanos se ven con claridad. Este trastorno refractivo del ojo se ha convertido en un tema de creciente preocupación a nivel global. Hay estimaciones que indican que actualmente alrededor del 30% de la población mundial sufre de miopía. Se proyecta que para el 2050, casi la mitad de la humanidad, aproximadamente 5.000 millones de personas, padecerá de esta condición.

El Instituto Internacional de Miopía ha identificado a Asia Oriental y el Sudeste Asiático como las regiones con mayor incidencia de esta condición, con países como Corea del Sur, Taiwán, Singapur, China, y Japón presentando tasas de prevalencia entre el 80% y el 90%. Esta situación no solo es alarmante por el número creciente de afectados, sino también porque la miopía severa puede llevar a complicaciones graves, incluyendo la ceguera.

La prevalencia de la miopía también ha experimentado un aumento significativo en países occidentales. En Estados Unidos, por ejemplo, se ha visto un incremento hasta alcanzar una prevalencia del 42%, casi el doble en las últimas tres décadas. Los niños y adolescentes son particularmente vulnerables, con estudios mostrando un aumento alarmante en la incidencia de miopía entre estas poblaciones jóvenes. En el Reino Unido, el 23% de los adolescentes entre 12 y 13 años son miopes; en China, el porcentaje asciende al 47% entre los jóvenes de 15 años; y en Singapur, un sorprendente 53% de los niños de solo 9 años sufren de esta condición.

Los expertos advierten que, de no tomarse medidas, la miopía podría convertirse en la principal causa de ceguera permanente a nivel mundial. Además, la degeneración macular asociada a la miopía ya se ha identificado como un grave problema de salud ocular en varias partes del mundo.

Aunque la genética juega un papel en la predisposición a la miopía, estudios recientes han destacado la influencia de factores externos en el desarrollo y progresión de esta condición. Entre ellos, el exceso de actividades en distancias cortas, como leer o usar dispositivos electrónicos; insuficiente tiempo al aire libre; niveles bajos de vitamina D; y una exposición inadecuada a la luz natural. Pasar más tiempo al aire libre ha demostrado ser una estrategia efectiva para reducir el riesgo de desarrollar miopía y, en aquellos que ya la padecen, para disminuir su progresión.

Aunque actualmente no existe un tratamiento que prevenga completamente la miopía, hay tratamientos prometedores en desarrollo. Estos hallazgos subrayan la importancia de reconocer la miopía como un problema de salud pública y fomentar una colaboración global para abordar este creciente desafío.

La miopía se corrige habitualmente con el uso de gafas, lentillas o mediante cirugía refractiva. Sin embargo, la prevención y el manejo temprano son clave para evitar las complicaciones asociadas a esta condición, lo que requiere una mayor conciencia y educación sobre los factores de riesgo y las estrategias de prevención.