Semana Santa

Mística: Religiosa con fama de santidad

  • Sobrina de un canónigo de la catedral de La Encarnación era hija de María Peralta y Melchor de los Reyes, administrador del duque de Arcos, fue conocida por La madre de las Llagas

Iglesia de Santa Mª de la Mota (Marchena, Sevilla).

Iglesia de Santa Mª de la Mota (Marchena, Sevilla).

Gabriel Pascual Orbaneja -deán de la seo urcitana que este año celebra su 500º aniversario- es el primer historiador local que cita a la religiosa Damiana de los Reyes Peralta (1585-1670) en sus Tablas Episcopales con las que culmina su <Vida de San Indalecio e Historia de Almería en su antigüedad. Origen y grandeza>: “La admirable Virgen Damiana de las Llagas, nacida en Almería (el 30 de agosto de 1585) y muerta en olor de santidad en Marchena el 5 de agosto de 1670”. Basándose en la biografía de Juan de Cárdenas (“Historia de la vida y virtudes de la venerable virgen Damiana de las Llagas”, Sevilla, 1675), Tapia Garrido indica en <Almería hombre a hombre que con “haber profesado en continuo encerramiento y retiro perpetuo de las gentes la mayor parte de su vida en una pobre casita de la villa de Marchena, corte de los Excmos. Sres. Duques de Arcos, ha esparcido por toda España el olor fragantìsimo de sus virtudes”. Nuestra protagonista era sobrina de un canónigo de la catedral de La Encarnación -quien la visitó ocasionalmente en su domicilio de la provincia hispalense- e hija de María Peralta y Melchor de los Reyes, administrador del citado duque. Su semblanza humana -prácticamente desconocida en la tierra que la vio nacer- la tenemos publicada en el Diccionario de Biografías de Almería, editado por el Instituto de Estudios Almerienses.

Rosa Mª Alabrús (“Visiones y sueños de las monjas del barroco”, CLEA nº 21, junio 2015) señala “que la almeriense Damiana de las Llagas reprochó a la monarquía de Felipe IV una derrota naval por levantar la prohibición de comer carne en la Cuaresma en atención a la peste. La mítica consideró que se había producido el castigo divino por atentar contra la sagrada prohibición cuaresmal”. Por último, el diario ABC, en su edición sevillana de 12 de marzo de 1952, publica una página (La madre de las llagas) firmada por el cervantista Santiago Montoto; aunque sin indicar fuente y autoría. A este corresponden los párrafos siguientes:

La hija del escribano de la audiencia del duque de Arcos ha llegado a Marchena, la villa cabeza del estado de los Ponce de León. Viene precedida de gran fama de virtudes, y, según la voz del pueblo, es una santa… Es muy joven, apenas si cuenta dieciséis años de edad… Damiana, que así se llama la santita, no se deja ver de las gentes. No quiere tratos con el mundo, su comunicación y diálogos son solo con Jesucristo, al que se ha consagrado en cuerpo y alma.

Aunque profesa, buena parte de su vida la vivió con suma pobreza en Marchena (Sevilla)

Se dice que ya en su nacimiento, Dios obró un milagro, y que a este debe su nombre de pila. Sola y muy enferma estaba su madre cuando nació la niña… La sala de la parturienta se ilumino de suavísima claridad y dos mancebos ataviados como los cirujanos se colocaron al lado de la enferma, quien reconoció en ellos a los Santos Cosme y Damián, los cuales cuidaron de ella y la salvaron de una muerte segura.

La mayor parte del día lo pasa en oración, recluida en su alcoba. Tanto tiempo permanece de hinojos, que sus rodillas se abren en profundas llagas que no se cierran nunca. Su espalda, por los cilicios y las disciplinas, mana sangre…

Desde su juventud gozó fama de gran santidad y virtuosismo entre las gentes del pueblo

Damiana es cándida azucena de castidad… Se atavía pobremente, como las beatas y las emparedadas… Jamás ha puesto la vista en un hombre, y su mirada no tiene más horizonte que la tierra… A su retiro acuden los vecinos implorando la mediación de las oraciones de la santita… La santidad de Damiana no se trasluce por los milagros que Dios obra por su mediación: la santidad de esta mujer están que en ella resplandece la luz vivísima de la perfección evangélica… Ya no puede asistir a las iglesias y extasiarse horas y horas ante el sagrario pidiendo por los pecadores. La casa de Damiana es un jubileo. Toda Marchena acude a ver a la “viejecita andrajosa”, ya más en la otra vida que en esta…

Finales de agosto de 1670. La viejecilla da su último suspiro y sus labios dicen dulcemente el nombre de Jesús. La marquesa de la Algaba le cierra los ojos y con su fino pañuelo de encajes le seca la boca… Lo besa y cual una reliquia lo guarda entre las sedas de su bordado corpiño.

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