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Daniel, la víctima mortal de Fuengirola, consiguió escapar y pedir auxilio a un panadero: "Llama a la Policía, a la ambulancia"

Agentes de la Policía Nacional saliendo del inmueble en el que tuvo lugar el crimen.

Agentes de la Policía Nacional saliendo del inmueble en el que tuvo lugar el crimen. / M. J. DÍAZ ALCALÁ

Eran las 23:00. Se disputaba el partido de cuartos de final de la Champions League (Manchester City contra Real Madrid) y las calles de Fuengirola estaban prácticamente desiertas. Paco, el dueño de la panadería La Alegría -que también es bar y quiosco- estaba recogiendo cuando le llamaron la atención. Al girarse, se encontró con una escena de película de terror: "¡Llama a la Policía, a la ambulancia!" Estas fueron las únicas palabras que consiguió articular Daniel C., brutalmente apuñalado por su compañero de piso. El panadero lo sentó en una jardinera; a los pocos minutos, cayó de boca y comenzó a convulsionar. "Se estaba apagando". Y falleció. 

Daniel (51) conocía de sobra al panadero. Lo había ayudado económicamente alguna vez. La noche del miércoles, tras ser brutalmente agredido en la vivienda en la que residía con otras cuatro personas, acudió a su negocio, situado a unos cien metros del inmueble y a otros pocos del centro de salud de la zona. A Paco le cuesta rememorar aquellas imágenes que, seguramente, tarde mucho tiempo en olvidar. "Estaba ensangrentado entero. De la cabeza a los pies". Decidió sentarlo mientras una joven que pasaba por la calle alertaba a los servicios sanitarios. 

No le contó qué había ocurrido, "estaba encogido" y apenas podía hablar. Paco, con la desesperación propia de aquel momento, gritaba: "'¡Qué se está muriendo!". Se lanzó también a la carretera para indicar a la ambulancia en lugar exacto donde se encontraba la víctima y ganar segundos. A su llegada, Daniel ya se había desplomado y perdido el pulso. Los sanitarios ya no pudieron hacer nada por salvar su vida. 

Llevaba viviendo al menos cinco años en uno de los pisos del número 10 de la calle Valle Inclán. Aunque no era el propietario del inmueble, los vecinos aseguran que realquilaba las habitaciones y, desde hacía algunos meses, convivía con dos parejas. Una de ellas "se peleaba todas las noches y se reconciliaba todas las mañanas", cuenta una joven que reside en el mismo bloque. La noche de este miércoles también escuchó el ruido propio de una riña, pero no se extrañó. Pensó que sería una disputa más. No lo fue. 

Una docena de puñaladas a su novia

El hombre, de 34 años, supuestamente asestó al menos una docena de puñaladas a su novia, de 19. El motivo, según manifestó en el hospital la propia víctima, que lo amenazó con contar que había cometido un crimen hacía apenas unos días, también en Fuengirola. Cristóbal vivía junto a su tía en una casa unifamiliar en calle Párroco Juan Antonio Jiménez Higuero. La tarde del pasado sábado fue golpeado con un palo de golf en la cabeza hasta arrebatarle la vida. La Policía aún continuaba tratando de localizar al presunto responsable del asesinato cuando éste habría vuelto a actuar en un intento de callar a quienes sabían demasiado.

La vivienda donde fue asesinado Cristóbal con un palo de golf. La vivienda donde fue asesinado Cristóbal con un palo de golf.

La vivienda donde fue asesinado Cristóbal con un palo de golf. / M. J. DÍAZ ALCALÁ

La novia del supuesto agresor, a pesar de las heridas que presentaba, consiguió huir del domicilio y guarecerse hasta la llegada de los servicios de emergencias. En estos momentos, se encuentra ingresada en el Hospital Costa del Sol (Marbella). Fuentes sanitarias informan de que, dentro de la gravedad, permanece estable, pendiente de evolución. Daniel también consiguió zafarse y pedir auxilio, pero no corrió la misma suerte. El atacante fue interceptado y arrestado por la Policía Nacional esa misma noche. 

El Boquetillo -zona en la que ocurrieron los hechos- se encuentra este jueves consternado. Algunos de sus vecinos no han pegado ojo; otros, se han enterado esta mañana. El del tercero limpia la sangre de las escaleras; su mujer, detrás, lo acompaña con el último de sus cuatro hijos en brazos. Hace cinco años que llegaron de Tetuán (Marruecos) al barrio. En el primero ya residía la víctima mortal, recuerdan. Pero, no tenían demasiado trato. "No queremos problemas. De la casa al trabajo y del trabajo a la casa", dice el padre de familia mientras continúa fregando en un intento de quitar las manchas y el olor a sangre para que sus tres niñas, cuando lleguen del colegio, no hagan demasiadas preguntas. 

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