En la Vega, como en toda la capital, si tenemos que andar 15 ó 20 minutos consideramos que es «lejísimos». Coger un autobús urbano no nos entra en la cabeza, que para eso uno tiene una categoría y un nivel social. Hay centros educativos con plazas disponibles y con unidades que desean recuperar, que están a esas distancias de la Vega de Acá, pero no estamos dispuestos a movernos. Esto es especialmente vergonzoso porque lo que nos molesta no es la distancia, sino el tipo de alumnado, el tipo de familias de esos centros. Queremos, por tanto, que mi hijo o mi hija tenga plaza en ESE colegio concreto de mi barrio. En ningún otro. Que para eso me he gastado 200.000 euros en mi piso o mucho más en mi chalet. ¿Qué es eso de mezclarse con otros barrios? Para ello, si hay que saturar un colegio, se satura. Si eso va en perjuicio del alumnado que ya está en dicho colegio y del que va a llegar, nos da igual: «mi hijo/a ya está dentro, ya he metido la cabeza, que me quiten lo bailao».

Pero lo más vergonzoso de todo es la actitud de la administración autonómica y local, a la que no le importa lo más mínimo masificar centros educativos que no están en absoluto preparados para tener más líneas. Cuando uno se pregunta la causa de esta actitud de escucha desmesurada, es fácil caer en la cuenta de que hay un determinado perfil de votantes y un estrato sociocultural concreto al que hay que cuidar, mimar, incluso consentir. Casualmente, los resultados electorales del barrio coinciden con el color de la administración local y autonómica. Con toda seguridad, si estas demandas se hubieran producido en otros barrios más humildes (no nombraré ninguno), no hubieran tenido la más mínima repercusión. Por último, al mismo nivel de vergüenza está el hecho de que estos niños y niñas no son inmigrantes recién llegados ni refugiados que han venido en oleada. Estaban ya en los censos y en los empadronamientos, desde que nacieron. Pero claro, hay que esperar a que alguien se caiga por el puente para que le pongamos barandillas. Hacer planes en política a 5, 6 u 8 años no es rentable. Hay que pensar en las próximas elecciones, que siempre son este año (locales, autonómicas, nacionales, europeas). Quienes administran tienen que garantizar que las situaciones se prevean con la suficiente antelación, y que los intereses individuales queden atendidos, a la vez que se piensa en el bien común.

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