educación

Flamenco: los cajones llegan a clase

Alumnos tocan los 'cajones de pupitre' durante una demostración.

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

Reguetón. “No hay otra cosa, qué tortura”, dice Juan Pérez. Pero no es raro que empiecen así sus clases de flamenco: “Como comprenderás, si les digo a los chavales qué es una seguiriya los pierdo desde el primer momento”. De modo que les entra así, por el reguetón o por el trap, “los tengo contentos, les digo que es muy parecido al tango y así, vamos tirando”. Todo ello, a ritmo de cajón. O, más bien, de veintitantos cajones que caben, y esto es lo curioso, en un par de cajas. Pero a eso llegaremos luego.

Juan Pérez y su mujer, Auxi Fernández (bailaora y coreógrafa), han estado llevando estas semanas su curso Flamenco por tres –pensado para edades comprendidas entre 8 y 16 años– a distintos centros escolares de la provincia, a través de la propuesta Janda Cultural, ofertada desde la Mancomunidad.

Para Juan no hubo reguetón: la rutina en casa era el flamenco, “mi padre (el onubense Juan ‘Sombra’) era cantaor y gitano”. Ha completado la veta flamenca con la formación clásica en piano y la especialización en jazz en el Berklee College de Bostón, adonde acudió becado. Con dos discos en su haber, mereció el año pasado el I Premio SGAE de Flamenco Paco de Lucía.

Al flamenco –asegura– le falta mucha pedagogía aunque haya una parte de tradición, desde luego, de legado de padres a hijos. Y no creas, no pienso que la solución completa sea que el flamenco llegue al conservatorio, por ejemplo. Pero cuando vi que se iba a introducir en los centros escolares, pensé que podría aportar mucho”. Habiendo impartido clase durante varios años en la costa Este de Estados Unidos, es bien consciente de que dar un curso “no es lo mismo que ser profesor todo el año, al igual que ser un monstruo musicalmente hablando no significa que seas un monstruo a la hora de comunicar con los alumnos”. Ese es otro palo que hay que trabajar aparte. “Yo creo que tengo herramientas para poder decirles: esto también está aquí, también existe. Acercar el flamenco es más que suficiente si se hace bien”, indica. Algo que, opina, “hace mucha falta: en la mayor parte de los colegios, ni un sólo alumno sabe quién es Paco de Lucía”.

Juan Pérez: "En la mayor parte de los colegios, ningún alumno sabe quién era Paco de Lucía"

La introducción a lo flamenco va en la propuesta de la mano del cajón. Uno no puede imaginar nada más distinto a las famosas flautas Hohner. “Es que empezamos porque la flauta no está en la cosmovisión de los niños aquí, pero el cajón, quieras que no, alguno lo ha visto –explica Juan Pérez–. Funciona mucho mejor en los colegios que la flauta, el sentido del ritmo es más universal, lo tenemos desde el corazón: es mucho más fácil que conecten con eso”.

La innovación consiste en que no han empleado cajones tradicionales, “aunque también lo hemos hecho otras veces, con toda la logística que implica”. El “cajón pupitre”, desarrollado por Pepote Percusión en Huelva, evita depender por fuerza de una furgoneta y hace que en las otras clases se note menos la actividad:no retumba tanto.

Aunque aún no está comercializado, el “cajón pupitre” es una tabla de 28x28 cm y 5 cm de grosor en contrachapado de abedul, con menos de un kilo de peso. El espacio que ocupan treinta de estos cajones, antes lo ocupaban tres. Pepote recuerda ir siempre a las botellonas con un cajón hecho en su casa, “de la nada, seguro que con los clavos mal puestos”. Pero de esos tiempos vino su primer encargo, junto a la afición y al oficio. También odia el reguetón. “Hombre, flamenco puro nadie escuchaba cuando era joven, pero en mi generación ya tenías a Kiko Veneno, Ketama, Pata Negra...”, explica. Ahora le gustan el blues y el country. “El pellizco, el duende, existe en todas las músicas, es la intensidad, la facilidad para conectar con la emoción del que escucha”.

Dando vueltas al tema de facilitar las cosas, dado que ya habían hecho actividades con cajones en muchos centros escolares, comenzó a dar forma a la idea de un cajón de mesa, y a trabajar en el diseño a principios de año: “Antes de que se hiciera público eso de dar flamenco como optativa en los institutos. Menos mal que se me ocurrió registrarlo”, afirma. El diseño está pensado no sólo para que suene bien, sino para que sea muy fácil de producir y resulte resistente. El precio de la unidad rondaría, piensa, los 25 euros, aunque la intención es que “sea asequible, con precios especiales para grandes cantidades y colegios", donde “regalaríamos el modelo ‘de camino’ (que se cuelga, con un poco más de percusión y más caro), pensado para el profesor”.

“Para mí lo importante es que la gente se acerque al flamenco, que entiendo que luego sobre gustos no hay nada escrito y cada uno respira por donde quiere, pero es una pena que, teniéndolo tan cerca, no lo tratemos, no le demos importancia –desarrolla Pepote–. Además, pienso que es más rico que cualquier otra música.”