las consecuencias de la crisis La Sierra de Cádiz exporta albañiles

El palustre emigra a Francia

  • La receptividad de una firma francesa para contratar albañiles olvereños parados en el país vecino, con la mediación del Ayuntamiento, abre una puerta a la esperanza

La cualificación en la albañilería es el salvoconducto para encontrar un trabajo fuera. Los hermanos Guerrero Otero, vecinos de Olvera, encofradores de profesión, lo han escuchado estos días por boca de un patrón de la construcción francesa que los contratará, a partir del próximo mes de septiembre, para trabajar en varios proyectos en el país vecino. Los dos forman parte de la primera remesa de 16 enconfradores desempleados olvereños fichados por la multinacional Isotec, firma que esta semana ha viajado hasta este pueblo serrano para reclutar a albañiles. El Ayuntamiento olvereño ha sido el mediador para conseguir cerrar estos contratos laborales.

El palustre emigra a Francia. Pero no cualquiera. "La empresa pide mano de obra cualificada", destaca Diego Guerrero, uno de los encofradores elegidos para formar este contingente. Para él, el ofrecimiento será un respiro en toda regla. Abocado a volver a los campos como temporero, este olvereño, de 40 años y con dos niños pequeños, ve una oportunidad en esta oferta, que lo sacará, por un tiempo, de las filas del paro. "¿Sabes lo que es levantarse a las ocho de la mañana, no saber qué hacer ni adónde ir, para encontrar un trabajo, porque aquí no hay nada?", se interroga este hombre, una cara más del drama de la crisis.

La historia de Diego repite el patrón de los afectados directos por el boom del ladrillo. Conoció los tiempos de bonanza del sector gigante, que atrapó a miles de jóvenes en un ir y venir a obras en la Costa del Sol y a otros puntos de media España. Con 11 años en la profesión, veía nóminas que podían rozar al mes casi los 3.000 euros. "Ahora si consigues un empleo, que no hay, con 1.500 te puedes sentir un privilegiado", reconoce.

Por eso él y la otra docena más de jóvenes que han sido escogidos para varias obras en el sur de Francia, confían en que las oportunidades que les brinda el empresario francés salgan adelante. Les asegura un sueldo de 2.050 euros limpios, con transporte y estancia incluidos. En el pueblo hay un poco de recelo con este particular Mr. Marshall. "La gente se acuerda del pufo de aquel empresario que llegó a Huelva, pidiendo gente para proyectos en Dubai", añade con resquemor.

Su hermano Ismael, de 34 años, se embarcará, también, en la aventura francesa. Reconoce que "a nadie le gusta coger las maletas" pero cuando no hay perspectiva alguna, no hay otra salida. Intentó ocuparse por su cuenta con una empresita, que montó con otro familiar, pero los proyectos no llegaron y sus ahorros volaron. "Me voy a Francia sin pensármelo. Ya estuve hace siete años en la construcción y me fue muy bien", añade. Ismael acaba de llegar como temporero de las fresas en Lepe, Huelva. Y la experiencia de cuatro meses ha sido ingrata. "Los sueldos están muy bajos. Estuve dos meses y medio buscando allí trabajo".

De albañil a temporero y de temporero a albañil. Es el caso también de Pedro Pernía, que encontró la estabilidad durante años en una empresa constructora de Málaga. Es su caso, como el de su paisano, José Francisco Zambrana, y el de la mayoría de albañiles, que empezaron en el mercado laboral como temporeros, pero el ladrillo los absorbió en los tiempos de pujanza. Después familia, coche e hipoteca. Y de la noche a la mañana, deudas y nada de liquidez.

Las manos de Pedro paracen un libro abierto. Callosas de obra y de campo. Se han tirado los últimos siete meses afanadas en la poda del kiwi y la manzana en el terruño francés. A Pedro la crisis le llegó de repente. Su empresa, con proyectos importantes, lo dejó en la estacada en 15 días después de estar ocho años dedicada a ella. Era un zagal cuando emigró y ahora vuelve al tajo. Está contento dentro del panorama incierto que tiene aquí. La patronal francesa, que le dio trabajo esta última vez, lo vuelve a reclamar.

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